La importancia de llamarse…

Angel Polibio Chaves

A mis amigos de una linda provincia del litoral, conocidos por poner nombres muy peculiares a sus hijitos, me permito recomendarles que entre sus opciones no dejen de considerar el nombre de “Julién Asansh”, así como está escrito, pues así lo pronuncia con gran solvencia la canciller de la República; nombre poderoso sin duda, casi mágico, pues a pesar de que quien lo ostenta considera que el nuestro es un país insignificante, por un episodio que destaca por la imaginación y sutileza de sus autores, ha logrado ubicar al Ecuador en los titulares de los principales diarios de América y Europa. Se trata nada menos de un mecanismo a través del cual se pretendió que un individuo que ha permanecido por más de cinco años asilado en nuestra embajada en Londres, pueda burlar la temeraria amenaza del gobierno inglés de detenerlo para ponerlo a órdenes de la justicia sueca, para que responda por las acusaciones de delitos sexuales que se han formulado en su contra.

El inefable ciudadano que gobernó nuestro país en la llamada “década ganada”, intuyó que la vida del individuo aquel estaba en peligro, pues había obtenido fraudulentamente información que podría comprometer al “imperio”, el que solamente esperaba que hallándose en el proceso por los delitos comunes de los que se le acusa, lo trasladaría a los Estados Unidos de América, en donde sería juzgado y condenado a muerte, lo que jamás podría admitir un paladín de los derechos humanos .

Pues bien, sin observar los procedimientos establecidos para ello, se le ha conferido la nacionalidad ecuatoriana y se ha pretendido que el individuo pase a formar parte del selecto grupo de funcionarios del servicio exterior ecuatoriano que por su afinidad con la revolución ciudadana han honrado nuestra diplomacia.

Basta de tanta bastedad. ¿Hasta cuando señor Presidente?