La imagen de un gobierno

Por: Jaime Durán Barba

Muchos políticos son esclavos de las encuestas y de lo que dicen de su imagen, aunque no siempre entiendan bien estos conceptos, ni saben cómo se trabajan ni para qué sirven. Algunos dicen no les importa su imagen, pero cuando tienen buenas cifras las exhiben, cuando son malas dicen que no creen en las encuestas, y de todas formas están pendientes de sus números y hacen lo imposible por mejorarlos.

En torno al tema hay algunas confusiones que es bueno aclarar. Para empezar, no toda persona con buena imagen es buena, ni quien tiene mala imagen es malo. Vivimos en una sociedad superficial, en la que cualquiera juzga y condena a cualquiera, y se producen linchamientos mediáticos que demuelen injustamente la imagen de algunos personajes. En todos nuestros países hay gente excelente con mala imagen y pillastres con buena imagen.

La imagen varía. Puede cambiar de muy negativa a positiva si se trabaja con inteligencia, tesón y disciplina. El proceso lleva tiempo y depende de la calidad del político y de la experiencia del consultor que orienta la recuperación. Lo inverso puede ser más rápido: una buena imagen puede derrumbarse en días. Se puede hacer un control de daños que impida el desastre y permita una recuperación futura. En ocasiones los daños pueden ser irreparables.

La imagen de un gobierno no permanece estable. Cuando es responsable gobierna y sufre caídas inevitables para conseguir ciertos objetivos que lo fortalecen en el mediano plazo. Algunos mandatarios son prisioneros de la imagen, hacen lo que dicen las encuestas para ser populares, son veletas sin orientación. Normalmente les va mal. En el otro extremo hay estadistas que trabajan con una estrategia que anticipa los rangos aceptables de variación de la imagen a lo largo del período.

Cuando se inicia un gobierno suele estar en la cumbre, pero con frecuencia inicia un derrumbe permanente. En América Latina los únicos mandatarios que tienen una imagen positiva y sólida son Mauricio Macri de Argentina y Lenin Moreno de Ecuador. En otros países la situación es mala, orillando la catástrofe en Brasil, Perú, Colombia, Uruguay, Paraguay y otros. En casi todos los gobiernos carecen de una estrategia.

Un mandatario moderno sabe que arranca con ciertas cifras, que deberá tomar medidas antipáticas que lo afectarán, conoce los márgenes de afectación aceptables, lo que deberá hacer para recuperarse, y cómo deberá ser el movimiento de su imagen para conseguir sus objetivos. Una buena estrategia previene los movimientos de las muchas variables que inciden en la imagen y estudia cómo controlarlas.

*Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.