Quiero ser honrado

Fabián Cueva Jiménez

Un maestro debidamente formado, no solo es el que escribe objetivos, contenidos, métodos y formas de evaluar; tampoco el que utiliza inflexiblemente el currículo, herramienta básica para la aplicación práctica. Es aquel que sigue un proceso dialéctico para buscar la verdad, que cambia e improvisa sobre la marcha con cualquier elemento que le sirva para actuar, según la realidad social y la coyuntura.

Es decir, educar con un currículo dinámico y flexible y con docentes profesionales con destrezas específicas. Al maestro metódico, honrado, visionario, afectivo, innovador y disciplinado, de pronto todo se le viene al piso. Su intención de guiar para que sus alumnos encuentren un sentido a la vida es interrumpida por hechos y personajes que los desorientan.

Cuando hablan de tolerancia, respeto, responsabilidad y honradez, es decir, de valores, irrumpen actitudes que marcan contrasentidos: robos a placer, ministro que antes de serlo dicen estafó en contratos, exasambleísta que denuncia tardíamente los robos, canciller que declara solo cuando es descubierta, aduladores que mutan de ovejas a lobos, fanáticos que se roban de sus propios bolsillos y que de paredes verdes las transforman en negras, con la anuencia de quien ahora cosecha la violencia que implantó.

La educación en valores adquiere un particular significado, desde pequeños, en el hogar y en la escuela, pero,especialmente en adolescentes que están por adquirir un estilo de vida, que están viviendo nuevas situaciones y experiencias, que tratan de encontrar un sentido a su vida. Queremos escuchar, cuando le preguntemos a un niño ¿qué quieres ser de grande?, “quiero ser honrado” y no leer este anuncio: “se hacen mentiras a pedido, no se preocupe, nosotros sabemos mentir”.

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