Imbabura: El barro toma forma con espiritualidad ancestral en Cotacachi

Oficio. Carmen mantiene la alfarería con las prácticas y técnicas ancestrales.
Oficio. Carmen mantiene la alfarería con las prácticas y técnicas ancestrales.

Carmen Anrrango es la última alfarera del cantón. Mantiene el oficio con las técnicas y procesos de sus antepasados.

Redacción COTACACHI

En la comunidad Alambuela vive Carmen (de 75 años), quien desde joven aprendió los secretos de la alfarería por medio de su madre.Esos saberes ancestrales y la conexión espiritual que representa este oficio viven y se mantienen de la mano de esta mujer en el cantón Cotacachi (Imbabura).

Alfarería
La alfarería es el oficio de poder transformar el barro en cerámica utilitaria. En Cotacachi se tiene vestigios arqueológicos de la manifestación de este arte desde hace unos 3.000 años a.C., que constituye la época de la construcción de las tolas de la cultura kara o karanki, según indica Lenin Alvear, director del Museo de las Culturas.

Asimismo, en ese tiempo se dio el aparecimiento y el desarrollo de la agricultura en los Andes. Así, la alfarería se convirtió paralelamente con esta última actividad en la principal para el sustento de hombres y mujeres.

Las damas tienen una capacidad creativa de diseño y manejo del barro, además la alfarería es algo que se liga con lo espiritual, de acuerdo con Alvear. Todo el proceso está hecho con amor, respeto y permiso hacia el barro de las manos de mujeres sabias de este oficio.

El barro se cosecha
Desde la mezcla hasta la forma de la cerámica son un proceso espiritual. “El barro es curador, el primer aire caliente que sale de la olla es un aire que sana; las ollas tienen espíritus”, añade Alvear al explicar que el proceso y técnicas utilizadas anteriormente se perdieron con la llegada de los incas y los españoles. Así, la permanencia de las alfareras es vital para la identidad cultural del pueblo kichwa.

“Ellas son el último vestigio de la alfarería, porque las técnicas y el diseño de la cerámica son los mismos que se encuentran en las evidencias arqueológicas de hace 3.000 años, además las herramientas son las mismas”, agregó. Al menos tres son las mujeres que manejan la alfarería en Cotacachi; sin embargo, Carmen Anrrango es quien ejerce el oficio con esas mismas consideraciones ancestrales y espirituales. Crea pondos, maumas, mangas, maltas, tiestos y otros objetos que se han perdido. Mientras que las otras alfareras, a pesar de que mantienen algunas técnicas, implementan otras modernas, pero no utilizan la variedad de objetos que ‘mama’ Carmen. (CFDA)

Proceso
° En su terreno, Carmen Anrrango, experta en alfarería, cosecha el barro y el patio de su casa es donde da vida a la tierra y crea una variedad de objetos. Negro, rojo y blanco son los tipos de barro que utiliza. El negro y el rojo son como plastilina y muy pegajosos, dice y añade que para tener la consistencia ideal se agrega el blanco, que es el que lo hace compacto.

Por ejemplo, para hacer un pondo, estas tres tierras se muelen con una ‘wanga’ o palo hasta que se pulvericen. Luego se cierne en un cedazo de fibra de caballo y queda solo lo fino. Se hace un bulto como a manera de volcán y se coloca agua, se tapa con hojas de lechero y se deja reposar cuatro días. El olor es uno de los detalles a tomar en cuenta, ya que indica que se ha fermentado y está listo para empezar el amasado. Después se forma una especie de cilindro y se da el proceso de enrollado hasta formar el pondo.

Carmen se ha dedicado toda su vida a este oficio para generar ingresos y mantener a su familia. También es ama de casa y trabaja en la agricultura. Sin embargo, al ser la última mujer que conserva ese saber ancestral, se ha buscado que trasmita su conocimiento a sus familiares. Ahora su hija y yerno son sus aprendices y elaboran artículos pequeños, pero para Carmen es importante que sus familiares mantengan la tradición ancestral porque constituye la historia viva de su cultura.