Entrevista: Sergio Ramírez visita Ecuador y presenta ‘Ya nadie llora por mí’

Escritor. Se destacó como líder estudiantil y fue parte de la revolución sandinista.
Escritor. Se destacó como líder estudiantil y fue parte de la revolución sandinista.

El escritor nicaragüense, premio Cervantes 2017, visitó Quito y Guayaquil. Presentó su más reciente novela.

Damián De la Torre Ayora

El escritor nicaragüense Sergio Ramírez sabe que se puede combatir de distintas formas. Lejos están sus años de líder estudiantil, de seducción por la guerrilla, de ser partícipe en el derrocamiento de Anastasio Somoza, de asumir la vicepresidencia de su país… Pero sigue viva la llama de su criterio que se aviva con la ética.

Ramírez ahora hace de la literatura su trinchera, pero deja en claro que si bien se levanta desde ella, ante todo debe primar la estética sobre el discurso, el arte sobre la política… la literatura por sobre todas las cosas.

Su obra no es de denuncia, pero sí es la radiografía de su Nicaragua actual, algo que le duele porque si “por algo hay que llorar es por la utopía perdida”.

Justamente, ‘Ya nadie llora por mí’ (Alfaguara, 2017), la más reciente novela del Premio Cervantes 2017, que tiene como protagonista a uno de sus más memorables personajes, el inspector Dolores Morales, es una radiografía de la corrupción y el abuso de poder que carcomen a su país.

Esta obra trajo de visita al autor de ‘Margarita, está linda la mar’, quien visitó Guayaquil, donde fue nombrado Huésped Ilustre y recibió las Llaves de la Ciudad, para después dialogar con la crítica Cecilia Ansaldo y su público; y Quito, donde fue recibido por las autoridades municipales, para después mantener una charla con el escritor Juan Pablo Castro y sus lectores.

Haciéndole frente a la altura de Quito, también se dio tiempo para dialogar con Diario La Hora.

‘Ya nadie llora por mí’ titula a su novela, pero me pregunto: ¿Por quién llora Sergio Ramírez?
Bueno, por las causas perdidas -empieza a reír-. También hay que ser concientes de que uno puede llorar de alegría. Me dedico a esto oficio tan maravilloso y vale la pena llorar por la literatura. Claro, así como te trae gozo también te trae sufrimiento, porque corregir es un sufrimiento.

Lágrimas de alegría al escribir y lágrimas de sufrimiento al corregir…
Es que uno nunca queda satisfecho con la palabra escrita. Sabes, lo que sucede es que no me siento inseguro, pero me siento muy comprometido con la palabra, por lo que la corrección se torna dura. Revisar escritos se vuelve una verdadera tortura antes de aceptar que un texto está listo. Entonces, para responderte, por la literatura vale la pena llorar, tanto por su gozo como por su sufrimiento. Ahora, no soy de los que lloran.

¿Y quién quisiera que le llore?
Uy, bueno, no sé. Espero que quien lo haga me dé lágrimas de alegría, que son las mejores, que son parte de los grandes momentos de la vida. Mira, sabes que yo no soy de llorar mucho.

Alfaguara. Publicó  su más reciente novela.
Alfaguara. Publicó su más reciente novela.

La Virgen de El Panecillo aparece por la ventana. Justo, su personaje Dolores Morales está encomendado a la Virgen. ¿Alguien como él debe encomendarse a algún santo y a la moralidad?
Nunca se me ocurrió llamarlo así por pura retórica. A mí siempre me han parecido atractivos los nombres donde las coincidencias de la vida te llevan a juntar dos palabras. Y por qué ese nombre para un hombre, me preguntan muchos. Pues bien, en Nicaragua es muy común. Me pareció tan atractivo el nombre de Dolores Morales, como cuando en mi pueblo conocí a Zoila Clara y su apellido era Luna. Pronúncialo de corrido y suena a ‘soy clara Luna’, qué hermoso –sonríe con sinceridad-.

¿Si algo enseña Dolores es que puedes perderlo todo, hasta una pierna, pero nunca la ética?

“Las novelas no pueden ser un discurso político”.

Lastimosamente, la ética es la gran víctima. Mira, Dolores Morales, quien llega de un estrato humilde, es uno de los miles que combaten en contra la dictadura, que ingresan a la guerrilla sin interés de dinero ni sentido de figuración y ni siquiera por espíritu de aventura: lo hace por un sentido íntimo de dignidad ética, porque le daba vergüenza que su país estuviera secuestrado por una dictadura tan larga y corrupta. Él se lanza contra una dictadura no solo por pelear sino por sustituir un régimen siniestro por una utopía, por un ideal. Si hay que llorar por algo es por la pérdida de la utopía. Eso lo sufrimos todos los de mi generación que creímos en esa utopía, en la redención de América Latina, sin pensar que al aterrizar en el terreno fangoso de la política todo se pierde. Cuando la revolución se hizo política perdió su carácter impoluto. En definitiva, esta realidad es todo un problema para Dolores Morales, porque debe enfrentarse a un mundo que no pertenece. Cuando entra en el terreno fangoso del poder capital y del poder político lo ve con un ojo crítico y lo traduce con una actitud muy cínica, de humor negro, de burlarse, porque es su manera de defenderse, de sobrevivir.

¿Ud. también sobrevive gracias al humor negro?
Es innegable que mi álter ego es Dolores Morales.

¿Y ese humor es la principal arma para combatir desde la trinchera de la literatura?
Sabes, no sé si combatir sea la palabra que calce, para muchos será una exageración. Pero sí se puede ver a la literatura como una trinchera y al humor negro como una coraza: al menos esa es mi protección. Así sobrevivo –ríe antes de soltar un suspiro-. Los duelos y quebrantos son muchos. Yo sé que vivo en un mundo muy distinto al que soñé, que pensé que podría conquistar. Bueno, la vida es la vida y nunca se renuncia a la vida.

Crítico. Mira a la literatura como un espacio de reflexión.
Crítico. Mira a la literatura como un espacio de reflexión.

Sus años en la política le dejan un mundo que no soñó y no escribía en esa temporada, pero ¿qué de positivo le dejan esos años?

Me quedó el actuar con ética, que es un ideal que se mantiene intacto. Sé que lo que creía cuando tenía 17 años es lo que creo ahora. Mi compromiso se mantiene, es el mismo sentimiento que cuando la guardia de Somoza mató a cuatro de mis compañeros en una manifestación, es el mismo que cuando escribo un libro. Mi ideal de cambio no lo he perdido, pero sé que cambiar el mundo es una tarea juvenil. Creo que la gente mayor, cuando se mete a esas aventuras, cae en el ridículo, pero eso no quiere decir que dejes tu reflexión crítica. Siempre estoy abierto al mundo. Nunca cierro las ventanas para escribir porque me gusta ver lo que ocurre. Mi manera de enfrentar es desde la reflexión crítica. Mucho de eso puede caber en las novelas, pero siempre debes pensar que las novelas no pueden ser un discurso político, para eso está mi espacio de opinión, un artículo. Eso sí, sé que tengo un doble papel: de escritor y ciudadano.

¿‘Ya nadie llora por mí’ no es una novela de denuncia, pero sí una radiografía de Nicaragua?

Sí, es exponer más que denunciar, pero siento que lo hago desde lo artístico, o por lo menos eso pretendo. Yo escribo sobre la Nicaragua contemporánea y no puedo pintar un feliz colorido: Nicaragua es lo que es. Lastimosamente, vivo en una región de esperpento, sobre todo político, a eso han reducido a mi país.

Además de ser su álter ego, ¿Dolores Morales es también la metáfora de lo que pudo ser el sandinismo, no lo que representa ahora Daniel Ortega?

Sí, es la metáfora de lo que pudo haber sido. Un ideal patriótico y de cambio profundo que se vio todo trastocado. Dolores, como individuo, es un sobreviviente de esa catástrofe de la cual es imposible curarse.

¿Imposible curarse de los ‘dolores morales’?

Difícil.

¿Y Ud. los tiene?

Por supuesto y son profundos.

¿Puede citar alguno?

Sí se puede ver a la literatura como una trinchera”.Las novelas no pueden ser un discurso político”.(Risas) Bueno, como te decía, la vida hay que vivirla y mi gran trinchera es la literatura, es mi campo de acción, y ahí puedes encontrar algunos. Eso sí, no creo que con la literatura se pueda cambiar el mundo, pero la literatura te puede hacer reflexionar. Algo que le sobra y le perjudica a la literatura es el discurso, el alegato, lo importante es que los hechos hablen por sí mismo y que lo hagan de manera artística, con esos dos factores el lector tiene para deleitarse y reflexionar.

En una entrevista, a propósito del Premio Cervantes, mencionaba que la gracia de ‘El Quijote’ está en planear un viaje sin retorno. Parafraseando, la desgracia de la democracia es que nadie retorna a sus raíces…

Uy, tanto así que no vamos ni a sus raíces etimológicas. Ya nos olvidamos de que es el ‘poder del pueblo’, ahora ya todo eso se confunde con democracia popular (risas). Parecería que suena parejo, por eso nos confunden (vuelve a reír). Efectivamente, hemos olvidado el sentido original. En América Latina la palabra democracia y su práctica son manchadas una y otra vez.

¿De Cervantes y del premio deben haberle preguntado mucho?

Muchísimo, sobre todo el último año.

Entonces, prefiero preguntarle de Sancho Panza. ¿Qué piensa de él?

Lo que pasa es que el Quijote no se explica sin Sancho Panza…

Al igual que Pinocho sin Pepe Grillo…

Eso está muy bueno. Y sí, es así (risas). Es que sus papeles los sostienen. Bueno, de Sancho me atrevería a decir que es el materialista y el Quijote es el idealista. Pero recuerda que pese a su afán de querer ser rico, Sancho no olvida que el Quijote le enseñó a ser justo. Sancho, en su ideal, empieza a pensar en un país justo, equitativo.

Si el Quijote se sostiene con Sancho, si Pinocho con Pepe Grillo, ¿por qué matar a Lord Dixon y dejar solo a Dolores Morales?

Ya me tocó matarlo por una necesidad de la primera novela. Lo que sucede es que Dolores Morales necesitaba de un shock eléctrico para seguir adelante, para seguir a los facinerosos. Ese empuje debía darse desde un hecho fuerte. Eso es lo que le pasa al héroe, ¿no? Y claro, no quería dejar en el olvido a Dixon, por eso lo rescato como una suerte de conciencia. Siempre es necesario que alguien esté discutiendo dialécticamente para saber por qué camino ir, para despejar dudas.

¿Quién es su Lord Dixon?

Mi mujer. Ella por suerte es mi conciencia.

¿Lo dice porque está escuchando la charla?

Lo digo porque es cierto –dice en medio de carcajadas-.

Siempre preguntan en qué cambia un premio, pero realmente, en qué cambia un premio. Ha cosechado algunos, ¿puede pensar en qué realmente le han cambiado?

Personalmente pienso que a veces los premios pueden ser negativos, porque inducen a la fatuidad. Pero, sinceramente, no tengo ese tipo de tonterías. Siempre procuro ser el de siempre.

Entonces, se puede decir que Ud. se reconoce con aquel que escribió ‘Tiempo de fulgor’ y con el Sergio que escribió ‘Ya nadie llora por mí’. ¿En ambos libros se encuentra?

Uy, mi primera y última novela. Me encuentro en ambas novelas. La primera la hice cuando tenía unos 25 años, quizás ahí se me nota mucho mi amor por Rulfo, pero en el fondo, la semilla de mi escritura, está en todas mis novelas.

Perfil

Sergio Ramírez

°Escritor nicaragüense (Masatepe, 1942). Fue parte de la revolución sandinista que derrocó a Anastasio Somoza. Llegó a ser vicepresidente de su país. Es autor de ‘Castigo divino’, Premio Dashiell Hammett; ‘Un baile de máscaras’, Premio Laure Bataillon; ‘Margarita, está linda la mar’, Premio Alfaguara, entre otros títulos. Ha recibido múltiples reconocimientos como los premios José Donoso, Carlos Fuentes y Cervantes, este último máxima distinción de la lengua española.