Mafias políticas

Rodrigo Santillán Peralbo

Del asombro a la indignación, y a propuestas de movilizaciones para gritar “que se vayan todos”, e inclusive la intencionalidad de convocar a una Asamblea Constituyente que, otra vez, refunde al Ecuador como Estado de derecho, democrático, libre y soberano, son leves consecuencias del último escándalo.

Lo sucedido entre el fiscal general, Carlos Baca, y el presidente de la Asamblea Nacional, José Serrano, es una demostración de la absoluta degradación de la política, muy similar al accionar de las mafias, porque evidencia una asociación para cometer delitos, estructurada desde los más altos niveles del Estado durante los diez años del Correato. De la podredumbre moral quizá se salven muy pocos políticos.

Las evidencias de los delitos son irrefutables. Serrano comienza a delinquir desde el instante en que dialoga con un prófugo de la justicia con el que habla tan familiarmente como amigazos del alma. Los dos se refieren, en documentos a la ‘amiga’, a compromisos y sin duda a tráfico de influencias. ¿Cuántas veces habrán dialogado para quebrantar leyes y voluntades? El Presidente de la Asamblea Nacional tendrá que rendir cuentas, también, de sus acciones y omisiones en su calidad de Ministro del Interior del gobierno del Ec. Correa, quien todo controlaba, todo sabía, ¿menos de la corrupción de su gobierno y círculo íntimo?

El fiscal Baca llegó a ese cargo por influencia del Presidente de la República del cual fue su asesor, su presidente de la ‘Comisión de la Verdad’ que se llenó de engaños y mentiras para inventar el ‘intento de golpe de Estado’, a la medida de los intereses políticos y personales del Ec. Correa. Baca cobró a la Senain por esos servicios, según denuncias. ¿Cuál inversionista confiaría en este país de mafias políticas? ¿Llegará la cirugía mayor?