Transición poscorreísta

En el Ecuador poscorreísta uno no puede aburrirse. Esta semana ha gravitado en torno a dos cuestiones trascendentes: el escándalo por la conversación entre el presidente de la Asamblea Nacional, José Serrano, con el excontralor prófugo Carlos Pólit, y la posesión de los siete nuevos vocales del Consejo de Participación Ciudadana transitorio, que tiene como objetivo evaluar a las autoridades de las instituciones de control: Fiscalía, Contraloría, Procuraduría, Judicatura, superintendencias y función electoral.

Una tarea de enorme importancia para la transición pos-correísta. Se trata de fomentar la independencia en las funciones del Estado y combatir, en serio y sin rabo de paja, la corrupción que permea toda actividad e institución pública. Ya se dio el primer cambio; fue destituido Carlos Ochoa, el superintendente de Comunicación cuyo paso por la vida pública del país fue una oda al contrasentido y a la nula independencia de poderes. Su mérito único para haber llegado allí fue el mismo que todos los anteriores miembros del Consejo de Participación: haber sido desvergonzados incondicionales de Correa.

Ha sido un buen primer paso. El Consejo de transición debe promover la confianza y el diálogo que fueron denostados en los últimos años por una maquinaria de poder con tintes totalitarios, travistiendo una dictadura en democracia a través de las elecciones. Esa fue la clave del éxito con la que operó Correa y su gobierno: haber creado la ilusión de que todo cambió justo cuando la gente buscaba cambio; pero cambiando todo, Constitución incluida, solo para su beneficio, con un aparataje legal e institucional que blindó a sus funcionarios y garantizó su permanencia e impunidad; en ello los anteriores consejeros de Participación jugaron un papel vital.

Ahora resta ver los siguientes pasos que dé también el gobierno. Es ya hora de conocer su verdadera perspectiva para gobernar y llevar por buen derrotero al país. Esperemos que no sea solo la estrategia “gatopardista” de cambiarlo todo para, en el fondo, no cambiar nada.

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