Cuidado, los subsidios

Salvatore Foti

Los antiguos emperadores romanos a menudo “mandaban a suicidar” a sus enemigos políticos cuando metían la pata o les representaban una amenaza inminente. Hoy esto no pasa, sin embargo, la renuncia de Elsy Parodi, quien fuera la primera mujer a cargo del Ministerio de Energía, tiene la connotación de que le “mandaron a renunciar”.

De hecho, la incauta exministra declaró que el Gobierno tiene previsto revisar los subsidios al gas. Más allá del hecho absurdo de que un miembro tan importante del Ejecutivo sea tan ingenuo y suelto en sus declaraciones, lo que más duele es la incertidumbre que causa todo esto.

El tema del gas abarca todo el sistema micro y macro económico del Estado, pues afecta directamente a todos los ciudadanos y, por ende, nos interesa más que cualquier otro. Si somos intelectualmente honestos, al ciudadano común le interesa más saber si el gas va a costar 20 dólares que si Glas es inocente o culpable. O, peor aún, interesarnos sobre el nombre del próximo Presidente de la Asamblea.

Los medios de comunicación y toda la sociedad civil pronto van a poner “el dedo en la llaga” para que el Ejecutivo nos plantee de manera franca y directa lo que planea hacer con los subsidios en general. Y es que, aunque algunos no lo hayan notado, ya vamos 10 meses de gobierno y seguimos sin conocer el rumbo económico que se quiere tomar.

Dígannos si van a liberalizar nuestra necesitada economía o si prefieren profundizar la línea económica del mal llamado socialismo. Necesitamos que el Gobierno nos diga pronto su plan económico, el mismo que, según nos vienen jurando hace tiempo, no contempla paquetazo. Ya es hora de saber de qué se trata, pues las cosas se ponen de mal en peor y hasta podríamos sospechar que no tienen aún un plan o que el plan en cuestión es tan malo que no quieren contárnoslo.

La ambigüedad, sobre todo en un tema tan álgido como el gas licuado, es una irresponsabilidad de la cual pronto podrían aprovecharse los especuladores para que los más pobres paguen los platos rotos. Concreten y digan cómo son las cosas, pues de seguir en la nada podríamos hablar de ‘tortura psicológica’.

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