¿Y qué más quieres Timochenko?

LUIS COELLO KUON YENG

Rodrigo Londoño alias Timochenko, exjefe de las FARC de Colombia ha lanzado su candidatura en Bogotá no hace mucho, el 27 de enero del año en curso. El presidenciable por el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC), vaya coincidencia, ha recorrido diversos sectores del país cafetero siendo en todos recibidos, según él mismo dice, por una multitud que acepta sus propuestas y está a su favor con una cuenta con una opinión favorable del 69 % y una intención de voto del 1.6 %, según la última encuesta de la firma Invamer.

Pero los informes de prensa evidencian todo lo contrario. En Armenia, Cali y Yumbo fue recibido con pifias, palabras procaces, insultos y le lanzaron piedras, huevos, tomates y demás objetos de una ciudadanía indignada por los atropellos que realizó su antiguo frente, al margen de la ley. Luego del acuerdo de paz celebrada entre Londoño como representante de las FARC-EP y del gobierno colombiano a través del presidente Juan Manuel Santos, la extinción del grupo subversivo permite a los miembros de este último, poder presentarse a elecciones seccionales, inclusive para presidente.

Muchos de los actos delincuenciales fueron exonerados, motivo por el cual algunos colombianos desdeñaron en contra de este tratado de paz, como por ejemplo el expresidente Álvaro Uribe. Considero que si bien es cierto la paz es necesaria para el adecuado desarrollo de los países y por ende sus ciudadanos, no se debe jamás olvidar los sufrimientos y padecimientos que este grupo guerrillero hizo para someter a todo un país por más de 50 años. Tanto padecimiento, tanto dolor, tanto tragedia no pueden ser eliminados de la memoria por una firma.

Sus acciones fueron determinantes para identificarlos como autores de atroces crímenes y de tráfico de drogas que les permitió acuñar enormes cantidades de dinero. Entonces olvidar no es fácil. Por eso las reacciones de muchos ciudadanos a la presencia de Timochenko, genera repudio, rechazo, animadversión y que no comparten en lo absoluto sus «ideologías». La democracia no es el mejor de los sistemas políticos, así lo decía Winston Churchill pero a través de ella permite a los electores con sus votos castigar a aquellos que por diferentes razones se han comportado mal y han actuado perjudicándolos.

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