¿Nosotros decidimos?

Nicolás Merizalde

Todos estamos de acuerdo en que la información es poder. Pero ¿somos conscientes de a quién y cómo entregamos ese poder?

Existe un límite bastante claro entre lo que queremos hacer público y los fines con los cuáles lo hacemos, incluso inconscientemente y el abuso y la manipulación de grandes corporaciones para persuadir a la gente a tomar ciertas decisiones. Después de todo ¿no debería ser Internet esa plataforma de desahogo y liberación del pensamiento y la opinión que el común ciudadano nunca antes había tenido? Bueno, lo es, pero al mismo tiempo se ha transformado en la pequeña burbuja desde la cual no podemos conocer a quien piensa distinto o tiene otros gustos. Facebook o cualquier otra app parecida se va moldeando a nuestras preferencias convirtiéndose en un sitio poco propicio para practicar la tolerancia. De repente nos hemos convertido en conejillos de indias en los cuales se inyectan grandes dosis de publicidad y mensajes explícitos o no, noticias verdaderas o fakes que inciden a la hora de tomar decisiones que van desde la película que debo ver, lo agradable que es tal sujeto e incluso el candidato por el cual debo votar.

Esta semana el Congreso de USA pedirá que el fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, rinda su versión de la polémica venta de información de sus usuarios a una empresa especializada en hacer campaña sucia a base publicidad engañosa, difamaciones a candidatos contrarios que pueden ir desde la noticia falsa hasta el meme de la semana pero que acaban por pesar. Este es el arranque para ponernos a pensar como sociedad el alcance que debemos dar a nuestra vida virtual y sobretodo las limitaciones que deben tener quienes manejan nuestra información y cómo lo hacen. Porque la solución no es ponernos en contra del desarrollo de la comunicación si no afianzarlo como una plataforma de independencia civil.