El amor oblativo

Carlos Freile

Sait-Exupéry nos alerta: “Amarme es ante todo colaborar conmigo”. Vivimos en una época de egoísmos ciclópeos, alimentados desde la infancia por una educación que obliga a verse como el centro del Universo; se presenta como enfermiza la preocupación gratuita por el otro. Ya nadie entiende el significado profundo del amor oblativo, de entrega; se confunde amor con deseo, con ansias de posesión carnal.

Cuesta ir a contracorriente, pero debemos hacerlo si queremos salvar el futuro de las nuevas generaciones. En la raíz de tanta ambición corrupta, de tanto anhelo de riqueza sin límites, se halla el amor desordenado e inmoderado por uno mismo.

Muchos se han transformado en la metamorfoseada reencarnación de aquel triste rey que aclamó “Después de mí, el Diluvio”. Por eso constatamos con alarma, pero con cierta dosis de cobarde apatía, cómo durante diez años una cohorte de malnacidos se robaron el oro y el moro y dejaron al país sumido en la miseria y en la desesperanza. Para salir del abismo no solo hace falta una reforma económica radical y una limpieza política despiadada, sino volver a fundar la vida de los ecuatorianos en el cumplimiento de los deberes para con nuestros contemporáneos y para quienes vendrán después. ¡Civilización de deberes!

El amor es colaboración, dádiva de uno mismo, de lo contrario se reduce a mera palabrería, viento de voz. Si sumergimos a las generaciones jóvenes en un miasma de egocentrismo jamás saldremos de la crisis: las soluciones requieren sacrificios, renuncias, las cuales no se improvisan, se aprenden desde la cuna, en la familia. Allí sus miembros deberían ayudarse los unos a los otros, cada cual en la medida de sus capacidades. Solo entonces la sociedad entrará en convalecencia.

Mientras tanto llenaremos las redes sociales de denuncias y de quejas, pero de nada servirá, cambiarán los nombres y los años, pero los egoístas mantendrán al Ecuador en el abismo. Decían los romanos “Dulce y honroso es morir por la Patria”, más lo es vivir por ella, colaborar con su renacimiento aun a costa de todo sacrificio.

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