Una novela que retrata la banalización del mal en Ecuador

Autora. Se desempeña como presidenta de Fundamedios.
Autora. Se desempeña como presidenta de Fundamedios.

Mariana Neira presenta ‘Tres veces muerto’. El bombardeo a las FARC en Angostura es el pretexto.

Es una novela trepidante. ‘Tres veces muerto’, de Mariana Neira, deja al lector pocas oportunidades de respiro para recordar, desde la coartada de la literatura, los últimos días de Luis Devia, alias Raúl Reyes -alias Súper C en el libro-, en el destrozado campamento de Amapola, bombardeado una década atrás.

Amapola es la bella metáfora de un relato que empezó a escribirse a sangre y fuego medio siglo atrás. La hipnótica flor roja, que crece en las montañas donde la inequidad es la norma, es también un atisbo de la industria de la droga en que devino la guerrilla de Manuel Marulanda. Por ello Neira acierta en rebautizar así a Angostura, el ‘hotel binacional’ de Sucumbíos que marcó militarmente el ocaso de las FARC.

Pero Amapola/Angostura es apenas el neón más directo de una historia aún más subterránea y, quizá por ello, sobreviviente a todos los bombardeos posibles: la banalización del mal desde círculos reproductores de violencia. Porque el trabajo de Neira es una suerte de vertiginosa etnografía de cómo el crimen lanzó sus semillas en el Ecuador de los noventa.

Obra. La novela fue publicada por editorial La Pesetera.
Obra. La novela fue publicada por editorial La Pesetera.

Trama
‘Tres veces muerto’ se vale de las tres vidas de Iván Loyola y su fuga permanente entre crímenes hasta acabar en su propia ley, mientras las páginas resumen casi 30 años de violencia institucionalizada en el país.

Cada lector es dueño de sus interpretaciones y, sin embargo, en la biografía de Loyola descansa la de Juan Fernando Hermosa, el niño que a sus 15 años había asesinado ya a 22 personas.

De hecho, Iván Loyola, en mancuerna con agentes mafiosos y traficantes de armas, hace de cada asesinato una anécdota. Pero el diablo siempre paga mal a sus fieles y ‘el César Cepeda’, el traficante de armas, lo quiere cazar. Entonces, Iván maquina su primera muerte y reaparece en la guerrilla colombiana como Damián.

El nuevo hombre se convierte en uno de los guardaespaldas del Súper C en sus idas y venidas entre las selvas colombianas y las ecuatorianas, entre los tinticos y las maletas que cargaba cada vez que llegaban delegaciones de políticos, activistas de derechos humanos, periodistas, artistas y espías de la ralea del mecánico-cerrajero Patricio…

Y aquí la pluma de Mariana Neira es casi fotográfica. La evocación de los personajes que ‘fielmente’ visitaban al Súper C es tan potente que pareciera que uno se los va a encontrar en algún cafetín de la González Suárez, ataviados aún de pañuelo rojo al cuello o tomando sol de Miami.

El bombardeo de Amapola/Angostura marca la segunda muerte. Y el renacer de Iván Loyola, meses después, como John, en una vida de sexo prepago para mujeres y transporte de droga entre la frontera y los puertos.

Un renacer marcado, a la par, por su sed de venganza de los ‘intelectuales’ y ‘artistas’ que, en su criterio, condujeron al bombardeo. Un plan fallido. ‘El César Cepeda’, quien lo inició en el crimen, acaba finalmente con Iván, Damián y John. Tres muertes definitivas con un solo balazo en la frente.

Autora
Mariana Neira es una de las plumas referentes dentro del periodismo de investigación. Y de la disciplina de este oficio hereda para la novela una prosa de oraciones cortas, con atmósferas potentes y gran versatilidad en los diálogos.

Solo en pocos giros la periodista traiciona a la narradora. Lectora voraz y de un lenguaje elegante, Neira inyecta ese refinamiento a los monólogos de sus personajes, lo cual abre una brecha en la globalidad del texto. No obstante, la novela luce como espejo de todo lo que una sociedad no quiso ver, por preferir el catecismo de la ‘isla de paz’. (IFP)