CARLOS CONCHA JIJÓN
Me atrevo a pensar y me pregunto: ¡quién puede negar que en el país vivimos una farsa política, que deviene de las improvisaciones de muchos que audazmente incursionaron en este campo, que en su esencia exige esfuerzo y sacrificio, demandado directamente por la colectividad y un mandato sublime del Estado? Actuar de otra manera significa estar contra los principios de honestidad, responsabilidad y patriotismo, que significan o engloban la valoración que debemos tener para con la Patria.
Estamos viviendo en el país una conmoción en cadena, como un desequilibrio de la conducta individual en el ejercicio del poder, que ha desbordado en catástrofe originada por aquellos que, disfrazados de políticos, infringieron graves heridas al corazón de la Patria. Pasaron a ser gurúes del desastre, olvidándose de los principios ético-morales, manejando irresponsablemente los poderes del Estado, diametralmente contrario a un ejercicio correcto, irrespetando audazmente y violentando el ordenamiento jurídico, pues, se impuso la sin razón a la razón en un pantano de inmoralidad, bajo el estandarte lujurioso de atracar las arcas fiscales sin el más mínimo rubor y la instauración grotesca de la corrupción.
Es un hecho que, por simple apreciación, podemos determinar que las uñas largas aparecieron desde lo más alto del poder del gobierno, pasando por ministros, Contralor, Fiscal, Aduana, etc. llegando el escándalo, incluso, hasta la misma Asamblea inoperante, que obligada por presión del pueblo ecuatoriano tuvo que cortar la cabeza de su máximo representante.
El pueblo ecuatoriano ha constatado cómo se está desmoronando la estructura jurídica-política y económica del país, porque aquel gobernante que introdujo políticas aberrantes, dogmáticas y fascistas, institucionalizó un proyecto nefasto creando una situación crítica y desastrosa, que obliga a este gobierno a supremo esfuerzo, para rectificaciones necesarias con nuevo rumbo que nos conduzca a lograr de manera urgente un punto de equilibrio.