Recuerdos

Delia Steinberg Guzmán

No podemos conformarnos con decir simplemente memoria; debemos especificar una forma, tal vez más concreta, más corriente y cotidiana que es el ‘recuerdo’.

La memoria abarca un ámbito complejísimo, ya que la encontramos en nuestro mundo emocional, en nuestro mundo mental, e incluso en las alturas de nuestro mundo espiritual.

Generalmente, cuando nos referimos a la memoria, lo hacemos de un aspecto de la conciencia humana que tiene cuatro funciones: recibir, retener, y en un momento dado, reconocer y recordar. De estas cuatro funciones, la que más nos importa es la última: el recuerdo, que es traer desde atrás, desde el pasado, una idea, un hecho, una experiencia, un sentimiento o, en general, algo que alguna vez hemos vivido, plantarlo nuevamente en el presente, y reconocerlo como nuestro, es decir, como algo que nos ha sucedido. Sin embargo, no debemos olvidar la enorme importancia que tienen las otras tres funciones previas al recuerdo, y sobre todo las de recibir y retener, esas funciones que se realizan casi inconscientemente, pero que revelan la capacidad de discernimiento que deberíamos desarrollar.

Pero hay otras reminiscencias aún más fuertes. En estas reminiscencias está precisamente aquello de nosotros que, siendo eterno, no acepta la muerte. Lo que normalmente puede parecernos indiferente, absurdo o sin sentido alguno, de pronto se tiñe, se vuelve coloreado, tiene sentido; ahora ya sabemos por qué hacemos las cosas, para qué las hacemos. En síntesis, nuestra revolución sería un saber vivir a través de la memoria, un saber construir a través de la imaginación, para poder Ser. También hay que recordar aquella vieja enseñanza que los orientales habían hecho suya, cuando intentaban explicar qué era la memoria. Explicaban que memoria era un atributo de la fidelidad a nosotros mismos.

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