Cima y abismo

Franklin Barriga López

El populismo enceguece a las masas con discursos emotivos, falaces, artificiosos, sistemáticamente elaborados para utilizar la angustia de los pobres como argumento principal para sus fines electoreros de conocida demagogia y engaño, mientras los líderes de esa corriente se enriquecen a menudo con métodos nada recomendables. Ejemplos al respecto abundan, dentro y fuera del país.

Uno de los exponentes de esta forma de hacer política y que alcanzó popularidad notoria se enredó en las redes que él mismo tejió: Luiz Inácio Lula da Silva, expresidente de Brasil, se halla en prisión, luego de haberse refugiado en la sede de un poderoso sindicato, en Sao Paulo, ante los requerimientos de la Ley.
Este personaje, que estuvo en la cima y que cayó abruptamente al abismo, se encuentra condenado a doce años de cárcel, por corrupción y lavado de dinero, una vez que se negó la acción interpuesta por su defensa. Como ha sucedido en casos similares, se han esgrimido argumentos que se trata de persecución política y no de haber recibido, entre otras acusaciones, un exclusivo departamento localizado en la playa, a cambio de favores para una constructora.

Brasil está sacudido por casos de corrupción producidos en las más altas esferas. Otra mandataria, Dilma Roussef, fue destituida por el Senado, acusada de responsabilidad en el maquillaje de las cuentas fiscales y la firma de contratos sin aprobación del Congreso. A Michel Temer, actual gobernante, se lo investiga por sospechas de responsabilidad en sobornos para financiar ilegalmente sus campañas electorales.

También en Argentina, Perú, Guatemala y Panamá hay muestras de acción de la justicia para los “intocables” cuando ejercían el poder. Lo mismo, y en buena hora, parece que ha comenzado a suceder en Ecuador.

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