PRUDENCIA, POR FAVOR

Fausto Jaramillo Y.

Cuando un pueblo se sumerge en una crisis, surge lo mejor y lo peor de su gente. En estos días el Ecuador sufre de su inconsciencia al no saber enfrentar el peligro de una guerra extraña, única, diferente.

No se trata de una guerra convencional en la que los ejércitos de dos países se enfrentan en una determinada zona geográfica intentando defenderla o conquistarla. No, esta guerra tiene otras características: no se enfrentan ejércitos, por lo tanto no hay uniformes, no hay escuadrones, no hay tácticas de ataque o defensa; no, no hay nada de eso; tampoco se trata de poseer las armas más modernas, más destructivas, más inhumanas. De lo que se trata es del enfrentamiento de una cuadrilla de delincuentes, acostumbrados a deambular por la selva, sin territorio fijo, sirviendo de guardianes protectores a traficantes de droga; con un salario inimaginable y sin ley ni límites, violadores permanentes de los derechos humanos y en los cuales circula la violencia en sus venas, frente a un pueblo amante de la paz y acostumbrado a ella.

En medio de este escenario, en los medios de comunicación y en las redes sociales, los ecuatorianos han demostrado ser verdaderos analistas y especialistas en seguridad. Miles y miles de comentarios han vertido en estos espacios demostrando sus “vastos” conocimientos en la materia, sus brillantes y sesudos comentarios están salpicados de una “sapiencia” única y conmovedora; sus “análisis” son profundos y sus “consejos” no tienen que envidiar a ningún estudioso de la sicología humana y de la guerra.

Por eso, sugiero al gobierno que junte a estos analistas soberbios que han existido en el país, como un nuevo rubro de productos de exportación y los ofrezca a todas las naciones del mundo, ya sea de las más desarrolladas como de las menos desarrolladas, pues cualquier país, cualquier gobierno, quisiera tener a su servicio estos “cerebros sabios y prudentes”.

Realmente, la educación en el Ecuador debe sentirse satisfecha por la labor cumplida, pues, ha sido capaz de crear un pueblo “sabio”, “crítico” e “innovador”. Estamos salvados por estos genios desconocidos que día a día vierten su sabiduría a través de las redes sociales, especialmente, pero también en los cafetines, en las conversaciones de la esquina y hasta en los diálogos que se producen en los templos del alcohol.

Mientras ellos analizan, deliberan, discuten, los disidentes de las FARC siguen poniendo bombas, siguen secuestrando inocentes ciudadanos y siguen sembrando el miedo y el odio en nuestro país.