Rescate de Esmeraldas

El terremoto de abril de 2016, que estremeció la costa ecuatoriana, especialmente, causó la muerte de más de 600 personas y otros daños de magnitud; desnudó la realidad socioeconómica del país. Esmeraldas, a pesar de haber sido una de las provincias más golpeadas, prosigue en su crónica postergación.

El estado de cosas que prevalece en esa tierra digna de mejor suerte no termina ahí, por la paulatina infiltración del narcotráfico y de su aliada, la violencia terrorista. Las consecuencias no solo se cuentan en la pérdida de vidas humanas, ya que impera un ambiente de inseguridad que impacta directamente en el desarrollo y bienestar colectivos. A pesar de que la ‘provincia verde’ tiene potencialidades magníficas, imperan la aguda pobreza y sus males conexos.

Resalto tan solo uno de sus múltiples recursos: las playas esmeraldeñas son hermosas, complementadas por agradable calor, lo que significa elementos excelentes para el adelanto del turismo que trae consigo enorme cantidad de divisas, cuando se lo sabe orientar debidamente. Urge emprender, tanto por parte del sector público como del privado y en conjunto, acciones que atraigan más visitantes que deben ser atendidos con la cortesía y servicios indispensables. Pero, ¿qué se puede decir si al momento hay serias deficiencias, como la carencia de agua potable? A lo que hay que sumar la justificada sensación de inseguridad por la arremetida de los anotados factores adversos que crecieron desde la década anterior, de ingrato recuerdo.

Hay que ir hacia el rescate de Esmeraldas, ciudad y provincia, mediante acciones efectivas, producto de planes y programas bien concebidos que fomenten trabajo, educación, salud, seguridad, inversiones, progreso. Todo lo que se haga en ese sentido sea pronto y bienvenido.

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