Patricia Meier exhibe ‘Bordados y Desbordes’ en la Galería Viteri

Guayaquileña. Meier (1963) trabajó su obra durante 13 años.
Guayaquileña. Meier (1963) trabajó su obra durante 13 años.

La artista expone ‘Bordados y Desbordes’ en Ileana Viteri Galería durante este mes.

Cuando se mira el trabajo de la artista Patricia Meier, uno logra comprender aquello de que “no hay puntada sin hilo”. Meier cose un discurso potente acerca del género, contra el machismo y la visibilización del papel de la mujer en la historia desde la exaltación del bordar y el tejer.

Efectivamente, esas actividades declaradas “solo para mujeres” son las que le permiten desarrollar un trabajo poético que alcanza lo bello hasta invitar a una reflexión profunda en torno a los estereotipos, aún mejor: a derribarlos.

‘Bordados y Desbordes’ se titula la muestra que exhibe en Ileana Viteri Galería, en Quito, y no hay nombre que mejor le encaje: hombre o mujer, joven o adulto, encontrará una puntada para recorrer por sus bordados hasta desbordarnos, es decir, hasta (re)encontrarnos con nosotros mismos.

Y es que sus trazos, cortes y dibujos dan vida a unos collages que terminan inquiriendo: ¿Cuál es el rol que ocupas? ¿Encajas o desencajas? ¿Cuál es tu lugar en el mundo? ¿Por qué negar a lo femenino?

Origen
Todo arrancó en 2005. Un comentario machista sobre el rol de la mujer en el arte fue el punto de partida. ‘El sábado pinto flores’, una obra que toma de referencia el trabajo de la holandesa Rachel Ruysch, recibió un triste comentario: ‘las pintoras ricas solo pintan jarros y flores’.

Un acrílico fue el origen hasta llegar a estos collages armados en papel japonés, los cuales contienen varios elementos que responden a un porqué, que evidencian la vulnerabilidad, la fragilidad, al igual que la fortaleza que aborda y desborda desde lo femenino.

El DATO
La Galería Viteri atiende de martes a viernes de 09:30 a 13:30 y de 15:00 a 19:00, y los sábados de 10:00 a 17:00.Para empezar, el cuadrado será la figura seleccionada, ese cuadrado que simboliza a las mentes cerradas, pero también a esa obligación social de encajar y que pesa, sobre todo, en la mujer.

Después, tendrá como patrón aquellas formas que evocan esos papeles tapices victorianos, esos que hacen guiños al XIX que es un siglo donde emergen -sin descontar los antecedentes- los tratados feministas.

Esos papeles tapices que cubrían los salones donde las mujeres se sentaban a bordar y tejer mientras conversaban, es decir, ese instante donde las mujeres cosían a la memoria, pues ese acto es la sobrevivencia de la oralidad, del conocimiento.

Propuesta
La artista es conciente que está en el cajón de quienes no encajan, o como ella dice: “esos que no encajan y por eso se desbordan”. Claro que el desborde no es como un líquido que se desparrama del vaso. Meier construye un discurso histórico hasta evidenciar los patrones que la mujer debía (¿debe?) seguir. De cómo la mujer debe estar “a la medida”.

Esa exploración está llena de zurcidos. Meier, desde la generalidad de la historia, aterriza en la particularidad de una vida. Ella, con cada obra, comparte su bitácora existencial, que termina siendo el registro de todos: la historia tiene sus ficciones, y toda vida está llena de cicatrices.

Claro que las cicatrices de la mujer son más notorias. Un libro-objeto se constituye en un diario general, donde se almacena la vida de Hildegarda de Bingen, Virginia Woolf, George Sand, Charlotte Perkins Gilman o Marguerite Duras.

“Después de 28 años de arte, me siento satisfecha. No sé si es lo mejor, pero esta obra es la que más me llena… Llegas a madurar cuando algo es realmente tuyo”, dice Meier, quien ahora lo hace nuestro. (DVD)