Nadie las mira

Jorge Oviedo Rueda

La odiosa estadística nos trae cifras conmovedoras sobre el embarazo infantil producto de violación. Más de 17.000 niñas embarazadas entre 2009 y 2016 no es poca cosa, es algo que extiende un índice acusador sobre la sociedad ecuatoriana. Igual sucede con el alcoholismo infantil y la drogadicción.

Estamos hablando de niños, niños de hasta catorce años de edad. Hombres y mujeres que son víctimas de agresión sexual, en las niñas con la indeseable consecuencia del embarazo.

¿Qué hace el Estado frente a esta terrible realidad? Nada. Cierra los ojos. Si no fuera porque de vez en cuando una madre dolida denuncia a un cura pedófilo y otra a un viejo notable, este rio subterráneo seguiría fluyendo en silencio. El embarazo infantil es un crimen múltiple. Se destruye una vida que está comenzando, se destroza una familia, se condena al niño que viene en camino y, sobre todo, se agudiza la enfermedad de la sociedad, porque una sociedad que cierra los ojos a esta realidad, es una sociedad enferma.

¿Se debe obligar a una niña de diez años a ser madre? Si, contesta la moralina medieval, pero el tema va más allá de la moral. En primer lugar, el Estado debería de ocuparse de elevar el nivel cultural de la población. El porcentaje más alto de embarazos infantiles proviene de los barrios pobres. En ellos, la moral es un asunto de metros cuadrados. Si en una casa suburbana se hacinan doce personas, no podemos esperar que todo sea santidad.

El embarazo infantil se cuenta por miles, pero la sociedad mira para otro lado. Esas niñas no necesitan compasión, necesitan comprensión y ayuda profesional calificada. Nadie hace nada.

¿Hasta cuándo seguiremos escandalizándonos con la corrupción de la década pasada y cerrando los ojos ante esta dura realidad?

[email protected]