Los que partieron

Eduardo Naranjo Cruz

Los límites de la vida llegan inesperadamente, cuando menos se espera. Para quienes aprecian este regalo del Universo es más complicada la partida; sin embargo, todo humano conoce este irremediable término que a todos alcanza, hasta hoy sin otra posibilidad. Es el ciclo vital.

Lo que nos queda de aquellos que conocimos, quisimos y tratamos son sus recuerdos que viven en nuestra mente en tanto estamos y somos. Eso también se esfumará y probablemente renacerá en el recuerdo presente de otros seres con los que compartimos nuestra existencia. Esto en la secuencia de lo consciente, porque la otra eternidad persiste en los genes que quedan y siguen replicándose en tanto la humanidad no se autodestruya.

La importancia de traer a nuestro presente el recuerdo de amigos y parientes que partieron es lo sutil de buenos momentos compartidos, que nos hacen sonreír y siempre volver a recordarlos; es decir, hacerlos “vivir” en nuestro presente, no así personas que se cruzaron en nuestras vidas y solo aportaron engaños y traiciones. Los buenos recuerdos están asociados a acciones positivas de quienes recordamos y nos evocan la nostalgia de su ausencia. Así recordamos también a los que pasaron por el poder gubernamental, aunque algunos estén vivos o muy vivos.

La memoria trae a conciencia tristes escenarios en los que percibimos que no somos capaces de superar nuestro atraso relativo a otros países cercanos e inquirimos por qué nos tocó este destino. No hay respuesta clara.

¿Somos nosotros? Es el atavismo histórico de fragmentación o la malignidad o que los líderes son en su mayoría falsos y los ciudadanos ingenuos. Las intenciones y acciones de Rocafuerte, García Moreno y Alfaro fueron pasos adelante, pero en los últimos cien años no vemos alguno.

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