El bulto a los privados

Daniel Marquez Soares

Ya que tantos protagonistas del saqueo y el despilfarro de la década correísta lograrán evadir sus responsabilidades legales, sería justo que aunque sea pagaran un costo político. Donde no pudo el código penal, debería haber al menos un castigo electoral, un linchamiento en las urnas contra los autores y los cómplices de la reciente fiebre del oro público. Pero, aparentemente, no tendremos ni siquiera eso.

Una posible victoria de Guillermo Lasso despertaba la preocupación de que este se vería obligado a tomar severas medidas de ajuste por culpa del gobierno anterior; ello implicaría la doble injusticia de, por un lado, pagar un precio en popularidad por culpa de problemas que él no creó y, por el otro, abonar la nostalgia y admiración por el pasado régimen correísta, el verdadero culpable.

Lasso no ganó, pero está pasando lo mismo. Los mandos del gobierno tendrán que ensuciarse las manos y pagar el costo en prestigio y popularidad que implica sacar al país del atolladero, menos los comodines vitalicios de la Revolución Ciudadana. Ellos siempre salen limpios y caen de pie.

Lenín Moreno está encargándose de que quienes pongan la cara en las decisiones duras sean ministros y funcionarios provenientes del sector privado. Unos lo hacen por patriotismo y servicio, otros por ambición pero, a diferencia de tantos mandarines intocables enquistados en cada recoveco de esta administración, nada tuvieron que ver con lo que se hizo durante el correísmo. No hay problema si Moreno aspira a que el suyo sea el gobierno de revolución ciudadana con diálogo (en oposición al cesarismo de su predecesor), pero no está bien que quiera ser el de la revolución ciudadana con evasión de responsabilidades.

No es justo proteger a culpables y exponer a inocentes amparándose en una supuesta urgencia por remediar la situación. Son los causantes del desastre, y no un grupo de empresarios privados invitados a ser los malos de la película, quienes deben barrer los escombros o pagar por ello. Si no, desgraciadamente, Moreno le habrá enseñado a toda una generación de ecuatorianos que la incompetencia no impone un precio y que sí existe el crimen perfecto.

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