Pueblo, pueblo

Carlos Trujillo Sierra

«Pueblo sufrido y aguantador, yo os traeré caminos, puentes, ríos y bienestar. Votad por mí». Ese era el irónico e hiriente resumen del discurso de los candidatos desesperados por auparse al poder. Tiempos idos y siempre repetidos.

Antes de los altavoces y la TV, por lo menos tenían que vociferar para hacerse oír en la plaza pública o en el balcón de un hotel y tenían que saberse su discurso. Hoy con TV y circo -y con el teleprónter- no necesitan ni ideas ni coherencias.

Ya en el poder, unos más que otros ascienden tan rápidamente que el pueblo desaparece -y sigue desapareciendo en las profundidades de la vida diaria, en la falta de trabajo decente, en el mucho trabajar para el poco comer- mientras los sirvientes adoradores del nuevo Mesías cambian un pobre departamento por mansiones de ciudad y de veraneo, dentro y fuera del paisito oprimido.

El pueblo no sabe nada. Le dicen que es sabio, inteligente y que no se equivoca. Mentira brutal. Quién en su sano juicio, enterado e informado no se convence que Maduro ganó las elecciones de hace dos semanas en Venezuela. Lo que ganó fue el fraude y la arbitrariedad de un gobierno terrorista con su propio pueblo. El fraude no se hizo el domingo de las elecciones, todo un pueblo vive sometido a un fraude constante como nosotros mismos vivimos durante 10 años y que un año después nos cuesta muelas salir de él. No nos dejemos seducir por tanto escándalo y no aceptemos el olvido sobre cómo y qué pasó con la llegada de 10.000 fusiles chinos junto con las carpas (dijeron) para las víctimas del terremoto de abril 16 del 2016. No aceptemos olvidar la pared caliente en la Presidencia de la República, no perdonemos los viajes casi secretos a Rusia, Bielorrusia, Managua y. Caracas. La cancilleresa no representa al pueblo del Ecuador. Recordemos la afrenta de la naturalización con documentos falsos de Julian Assange (un gobierno que se trampea a sí mismo) y los seis millones de dólares gastados para protegerlo en Londres cuando en el Ecuador, el Ministerio de Educación no tiene plata ni voluntad para nombrar conserjes y mantiene -con toda la propaganda incluida un sistema educativo propio de un tercer, cuarto o quinto mundo.

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