Misericordia para el Parque La Merced

POR: Germánico Solis

El Parque La Merced de Ibarra es una plaza que guarda esenciales sucesos, ha sido escenario para que los habitantes de este suelo y los que no lo son, protagonicen y sigan ideando la historia. En el tiempo el lugar fue mercado con piso de tierra, cancha para el juego de la pelota de mano, contexto para prácticas marciales y terminal de transportes; ahora es un hermoso parque que convoca a sus pobladores a fraguar con la palabra y la inteligencia los destinos de la ciudad, es acogedor descanso y atractivo para todos, sin embargo existen manifiestas bagatelas que lo deslucen sin que nadie diga nada.

Alrededor del parque se levantan edificaciones notables como la Iglesia La Merced, un establecimiento educativo, hoteles, restaurantes, oficinas de profesionales, negocios varios y la magnífica cimentación que guarda el alzamiento cultural El Cuartel, aledaña al Municipio, la Fiscalía y un banco.

En años recientes, cuando no estuvo restaurado El Cuartel, sus arquerías exteriores estaban ocupadas por los ‘agachaditos’, cubiles de expendio de comidas populares, de nogadas y arrope de mora. Al interior holgazaneaba el polvo, el olvido, y en deterioro alguna dependencia de menor cuantía.

La actual administración municipal para mantener el parque y su entorno, y ultimar con la restauración de El Cuartel, reubicó los negocios de comidas, enfrentando descontentos que concienciaron que la acción ofrecía mejorar los servicios en beneficio de la ciudad. A los productores de nogadas, previo acuerdos se les ubicó en el parque frente a la muralla de El Cuartel, conviniendo entregarles un lugar definitivo.

No se ha cumplido con los vendedores de nogadas y la ciudad, y al contrario, se han colocado al pie de las pilastras de la edificación El Cuartel, una cantidad de artesanías producidas en concursos escultóricos en los que se utilizan la motosierra. Las artesanías en su mayoría distan del arte, de los conceptos estéticos y se miran en extremo descuidadas y en desarmonía. Otra debería ser el destino de esas obras, o desecharlas cuando claramente se ve que no ornamentan y afean al lugar.