El arrogante

AUTOR Freddy Rodríguez

El arrogante llegó a ejercer varios cargos en la administración pública, prevalido de un cuarto de hora de popularidad, por su labor en una entidad que, ironías del destino, promovía una reforma integral a la administración de justicia y defendía su independencia. Alineado a las promesas de refundar la patria, el arrogante aceptó gustoso los cargos que otro arrogante (llamémosle “mayor”) le ofreció, a saber: Ministro de Justicia, Ministro del Interior, Secretario Particular, para luego presidir el Consejo de la Judicatura, cargo del cual acaba de ser defenestrado. Desde que asumió sus distintos cargos, el arrogante (llamémosle “menor”) se puso al servicio del arrogante mayor, tanto así que estuvo a su lado cuando, en la más infame de las demostraciones de intemperancia e irresponsabilidad, al arrogante mayor se le ocurrió ir a solucionar en persona una revuelta policial en aquel nefasto 30-S y, haciendo gala de su infinita prepotencia, el arrogante mayor desde la ventana del cuartel de policía abrió su camisa, desafió a los insubordinados, y desencadenó una vorágine de violencia que segó vidas de inocentes e instauró una persecución judicial que aún no termina. El arrogante menor fue un fiel servidor del mayor y, utilizando su poder, estropeó la independencia judicial, comunicándole a su mentor el estado de las causas que le interesaban al poder; amedrentó a jueces y funcionarios judiciales, y destituyó a algunos con la figura del “error inexcusable”, cuando los fallos de aquellos no satisfacían sus protervos intereses. Con la llegada del CPCCS transitorio, presidido por un hombre probo y honorable, aparecieron a raudales las denuncias sobre los abusos cometidos por el arrogante menor en los concursos para designar jueces, notarios, fiscales y, al ser llamado para rendir cuentas de sus actos, se presentó al examen soberbio y altanero, con esa risita irónica aprendida del arrogante mayor, para luego abandonar la sala y no asistir a escuchar la resolución que lo apartaba del cargo. El arrogante menor ha caído, y es una buena noticia para la justicia. El arrogante mayor se retuerce de ira, y se rasga las vestiduras en su ático.