La trampa del diálogo

Manuel Castro M.

El diálogo que no termina en una negociación clara y efectiva es inútil, muchas veces es pérdida de tiempo o “tomadura de pelo”. El diálogo propiciado de buena fe o ingenuidad sobre las crisis de Venezuela y Nicaragua son aceptados por sus cuestionados gobiernos para distraer y mantenerse en el poder, único fin del engaño populista con el nombre de socialismo del siglo XXI, a pesar de su rotundo fracaso en nuestra región.

La mentalidad populista también ha usado el diálogo para distraer de la corrupción, para justificar su incompetencia y la devastación institucional. El momento de adoptar decisiones ha salido a flote sus estratagemas, mejor dicho su vocación marxista, como el antiamericanismo. Y siguen tan campantes los gobiernos dictatoriales de Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia.
La Iglesia Católica, tan repudiada antes por la izquierda, por su afán pastoral también ha propiciado el diálogo, que en si no es malo, pero ingenuo cuando lo único que han querido los otros dialogantes es que la religión sea borrada del mapa y de la mente del pueblo.

Hoy se persignan Maduro, Ortega con igual entusiasmo que los antiguos gobernantes conservadores. El papa Francisco fue intermediario para validar los diálogos entre Cuba y Estados Unidos, pero quedó solo en pedir que la sociedad cubana sea “más inclusiva y compasiva”. Poco caso le hicieron los gobernantes comunistas que aún proclaman el poco cristiano mensaje de “Patria o Muerte”.

También el presidente Moreno propone una “salida democrática” (consulta popular para ratificar o no la reelección de Maduro) a la crisis de Venezuela. Inviable petición a un país que no es democrático. Diálogos o propuestas inútiles porque jamás ha habido “una cuenta regresiva” o cambio de conducta en estos países, como sucedió en el este europeo tras las peregrinaciones de Juan Pablo II.

“La economía libre es el camino de los pobres”, pensaba Juan Pablo II. No estaba equivocado porque el libre mercado es una tradición católica, y actualmente es la base del liberalismo económico moderno. Diálogo donde no hay libertad es un saludo a la bandera.

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