Venezuela y Nicaragua

CARLOS CONCHA JIJÓN

Venezuela y Nicaragua se encuentran ensombrecidas por la furia insolente de dos tiranos, que han hecho trizas la democracia como agoreros de la desgracia, masacrando a sus pueblos ante la impavidez de los gobiernos de América y el mundo.

Estos tiranos han abierto una senda del horror para construir un camino del oprobio, por donde transitan estos pueblos en un estatus escalofriante de tragedia, siendo aquí donde ejercen su poder maligno esa fuerza inhumana manejada por los déspotas, pasando a convertirse en cultivadores de la miseria, el dolor y hasta la muerte.

La colectividad venezolana y nicaragüense soporta estoicamente la brutalidad de los déspotas, llevándolas a actuar en un estado de angustia, pero rebelándose con ira indómita al avasallamiento del poder y la fuerza de las armas utilizadas brutalmente por la omnipotencia infamante de estos gobernantes, que como tragedia humana están sumidos en la bajeza.

Los déspotas pierden su dignidad y los ideales desaparecen de sus pensamientos, haciendo aparecer el deseo como ambición exorbitante, hasta caer inexorablemente en un hoyo profundo, pavonándose ruindad, pues, amasan inmensas riquezas en deterioro de toda la colectividad que sucumbe en la pobreza. Los déspotas viven contaminados con pensamientos turbios y empantanados de sedimentos de inmoralidad.

Frente a esta masacre institucionalizada por Maduro, Ortega y sus execrables colaboradores, serviles a sus amos, nos conduce a pensar que no existen organizaciones internacionales que puedan detener este holocausto, pues, los hechos demuestran la pasividad institucionalizada de estos organismos. Entonces, de manera urgente procede establecer reformas en las reglas de juego de estas instituciones, con el fin de parar a raya a estos enfermos de poder, que con sus prácticas animalescas avasallan a los pueblos, quitándoles sus derechos y libertades.

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