¿Quién quiere ser político?

Alfonso Espín Mosquera

Alguien dijo que para ser político en Ecuador y Latinoamérica hay que ser sinvergüenza y pillo, porque dadas las circunstancias que vivimos no es labor de gente decente y parece increíble el discurso de cambiar a la Patria, como comodín personal para buscar un escaño en la política y en la fama.

Posiblemente es cierta la afirmación anterior y va más allá, pues los personajes que otra hora se mostraban íntegros, nos hablaban de corazones ardientes y manos limpias, hoy resultan ser de los más grandes atracadores del país, de los más avezados delincuentes, implicados en peculados, robos y aun el ex primer mandatario vinculado al secuestro de un ciudadano.

¿Qué interés puede tener la ciudadanía común en la vida política? ¿Para qué involucrarse quien construye su día a día con esfuerzo y procura una vida digna para su familia? Si no damos un paso fuera de nuestra zona de confort, los políticos corruptos, los de siempre, seguirán gobernándonos.

El problema se presenta en dos sentidos: por un lado el desinterés ciudadano, que termina viendo a la política como una labor execrable, rastrera, y por otro, la justificada duda en los que partiendo de “buenas intenciones” terminan engañándonos como siempre detrás de su máscara de ovejas.

Hay que cambiar la estructura mental y cultural de nuestro pueblo, cambiar legalmente los requisitos para ser políticos y sobre todo, los ingresos, emolumentos y “ventajas” que acarrean ciertas funciones como la de los asambleístas, alcaldes, prefectos y más.

Habrá que ver si con una paga igual a la de un maestro, un médico o cualquier otro profesional, se le ocurre participar en la vida política. Posiblemente sea la oportunidad de contar con gente que no busque la fama y el dinero que no logra conseguir por otros caminos.

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