Entrevista a María Kodama, en su paso por Quito

Traductora. Dialogó con los medios, en el que recordó su primera visita a Ecuador hace 40 años. (Foto: Madame Ho)
Traductora. Dialogó con los medios, en el que recordó su primera visita a Ecuador hace 40 años. (Foto: Madame Ho)

La viuda de Jorge Luis Borges visitó Ecuador y participó en la Feria del Libro de la PUCE, como invitada especial.

María Kodama es flaquita y de talla baja. Lleva unas gafas que le cubren sus ojos rasgados y un chaleco de felpa que hace juego con sus canas. Ama las tragedias griegas y no le interesa el fútbol. Tiene buen humor y una fortaleza enorme. No se deja doblar por la altura de Quito, tampoco se dejó doblar por la grandeza de Borges, Jorge Luis, el sistema operativo de nuestra literatura, el gran escritor.

¿Cómo sobrevivir bajo ese gran árbol llamado Borges? ¿Cómo no ser la sombra de ese tronco que entre sus ramas dio ‘Ficciones’ o ‘El Aleph’? Con “independencia y decisión”, dice Kodama, en medio de una sonrisa que no esconde su determinación.

La traductora argentina, de ascendencia japonesa, fue la invitada especial de la Feria Internacional del Libro de la PUCE, y llegó a Quito cuarenta años después de su primer arribo, en 1978. Ahí estaba junto con Borges y, coincidencialmente, estuvieron en la Universidad Católica de Ecuador.

Recuerda que les gustó el paisaje y que caminaban muchísimo. “Borges caminó sin problema por la altura. Bueno, caminaba lentito”, menciona con una leve risa, que le acompaña mucho.

Aunque diga que a ella sí le afecta los 2.800 metros de Quito, no parece así. Conversa con los periodistas durante cincuenta minutos y se da tiempo para que le saquen fotos, le hagan videos y le lleven de un lugar a otro para la mejor toma y que siga con una agenda tan apretada que incluyó hasta una entrevista en vivo realizada por Pablo Salgado.

Anecdotario
María dirá que le gusta Mickey Mouse, que de niña montaba caballo y le gustaba nadar, que no le gustan los deportes colectivos, que es solitaria, que era estrafalaria para decorar su hogar (y que eso le permitió hacer mucha guita como decoradora, aunque no lo fuera), que se animó a desayunar con amigos mientras jugaba Argentina contra Islandia por el Mundial de Fútbol.

Y si vio el partido es por su amor a la lengua islandesa, una pasión que compartía con Borges, quien decía que los vikingos (‘vikings’, dirá ella, con cierta dulzura) podían conquistar el mundo y de allí su admiración. Y ella también los admira por eso, y no deja de lanzar un piropo y dar a entender que también los contempla por su belleza.

Se dará tiempo para compartir que le cayó de sorpresa el ser la heredera del legado literario de Borges, algo que no le interesaba, y que en su momento buscaba al agente literario ideal para que le ayude y pensó en Carmen Balcells.

La convencieron de que ella no era la adecuada. “¡Cómo podía hacerle eso a Borges! Carmen es comunista”. “Y, bueno, Carmen es tan comunista, como yo marciana”, lanza con su sonrisa y, aunque las gafas lo tapen, seguro sus ojos se rasgan aún más. Andrew Wylie terminaría siendo el agente.

Estampa. Kodama y Borges en Roma, 1981.
Estampa. Kodama y Borges en Roma, 1981.

Momentos
“Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado”. La apertura de ‘Las ruinas circulares’ fue el primer encuentro de Kodama con Borges. Ella lo leyó de niña, seguramente en revista Sur, y quedó fascinada porque pudo entender cuando aún “no tenía entendimiento intelectual”. De ‘El Aleph’ reitera que le gusta la descripción, pero hasta ahí, porque el “resto es banal”, algo que se lo dijo al propio Borges.

EL DATO
Ha publicado ‘Homenaje a Borges’ (2016) y ‘Relatos’ (2018)A su memoria también llega el momento en que Borges recibió una llamada desde Suecia. “No, señor. No, señor”, decía el escritor, quien estaba convencido de que un hombre “no puede sobornar ni dejarse sobornar”. Querían que no asista a Chile para recibir un doctorado honoris causa que implicaba un encuentro con Pinochet. Si no iba, le darían el Nobel. “Borges estaba feliz con no recibirlo. Decía que si lo gana se convertía en un número dentro de una lista y que prefería ser el ícono al que no le dieron”.

Kodama, sobre el encuentro con Pinochet, explica que eso responde a un protocolo. Que en Francia, al recibir un doctorado honoris causa, estuvo con el presidente Francois Mitterrand y que en Reino Unido almorzó con el príncipe Felipe de Edimburgo.

También recordará cuando Borges le pedía que se casaran, que combinaba tan bien -decía- María Kodama de Borges. “Yo no soy de nadie”, le dijo y lo repite. Borges le contaba que algo así le respondió Cecilia Ingenieros, cuando él, galante, quiso acercársele haciendo un guiño con su parentela con José Ingenieros. “Borges decía que tenía neurosis de destino; yo solo le decía que le gustaban las mujeres inteligentes y con carácter”.

Y así vienen a la memoria más hechos para la traductora María Kodama, viuda de Borges (pero no de Borges), hasta disparar que: “el arte y la cultura hacen crecer la imagen de un país… Con los artistas, los científicos, los intelectuales, creo que con esa gente, no tendría que importar si son de norte o del sur, de izquierda o de extrema derecha. Hay que reconocer lo que han hecho, porque el no reconocer los logros empobrece a cualquier país”. (DVD)

PERFIL

María Kodama

° Escritora y traductora argentina (Buenos Aires, 1937). Es licenciada en Literatura por la Universidad de Buenos Aires, especializada en Literatura sajona e islandesa, de la que realizó traducciones al español. A los 16 años comenzó a estudiar con el escritor argentino Jorge Luis Borges. Con el tiempo, esta condición de discípula se amplió a la de compañera, amiga, secretaria, lectora y finalmente a mujer de este autor universal. Es presidenta de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges. Hoy es la memoria viva del afamado escritor.