La muerte de Unasur

Giuseppe Cabrera

La estocada final que le ha dado el presidente Lenín Moreno, a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), solicitando la devolución del edificio donado a la organización supranacional, es únicamente el epílogo de la crónica de una muerte anunciada.

La Unasur, nació como un proyecto de integración regional, esperanzador con perspectiva amplia sobre la transformación de nuestra región desde la cooperación mutua entre naciones hermanas, diferente al ALBA o la organización de países no alineados, parecía solo aprovechar la buena relación de los presidentes de varias naciones latinoamericanas, de la ola del llamado “progresismo”, pero que a pesar de ser un proyecto pensado desde dirigentes supuestamente progresistas, era amplio al aceptar a todas las naciones del Subcontinente de América del Sur, así se vio con la incorporación de Colombia, Perú y Chile, por mencionar solo unas cuantas naciones, que eran dirigidas por presidentes de tendencias conservadoras o liberales y que aún así, fueron pensados para integrar el nacimiento organismo internacional.

El primer secretario de Unasur fue Rodrigo Borja, quien contaba con el aval de todos los mandatorios unasureños, para que dirigiera el crepúsculo de este ente, pero como bien escribiría, aunque era un proyecto ambicioso y con mirada amplia, el cómo llevar a cabo esos proyectos no parecía claro y, se convertiría en otro más, de tantos organismos internacionales que ha intentado formar fallidamente América Latina, para lograr su integración.

Unasur, falla cuando se convierte en el organismo de legitimación internacional, que necesitaban los “socialistas” del siglo XXI, con el cual trataron de legitimar sus procesos electorales, usando a veedores colocados por ellos mismo, el artífice de su ocaso fue: Ernesto Samper, que se prestó para tal tarea, bajo el discurso de la libre determinación de los pueblos, nunca denunció las violaciones a los derechos humanos y la democracia, que se daban en naciones como Venezuela o Ecuador.

Un proyecto de integración económica sigue siendo urgente y necesario, no únicamente de comercio abierto como lo es la Alianza del Pacífico, sino sobre todo de transformación social y política.