Políticos

Franklin Barriga López

Una senadora colombiana, que lidera la lucha anticorrupción, ha planteado que se legisle para obligar a los compañeros de curul a que rindan cuentas de sus actuaciones, junto a la limitación de los períodos de permanencia en corporaciones públicas, para evitar la acechante contaminación.

Estas sugerencias han sido bien recibidas, en vista del desprestigio en que han caído los políticos, salvo excepciones, que han descendido al plano de la politiquería, por anteponer intereses personales a los colectivos, en medio de actuaciones nada decorosas que posibilitan el aparecimiento de fortunas mal habidas. De allí la obsesión para no dejar los ambicionados cargos y querer eternizarse en los mismos, como mecanismo de privilegios incontables, partiendo de suculentos sueldos, viajes forjados, viáticos y más canonjías que reciben.

En el análisis de esta realidad común en países latinoamericanos y caribeños, se ha puntualizado, además, la falta de preparación en valores sustanciales, lo que constituye campo fértil para sobornos y más pillerías, como las que, como herencia del anterior régimen, vienen descubriéndose en nuestro país.

La mala gestión ocasiona justificado desprestigio, ya que frecuentemente se relaciona al político con el mentiroso, por las abundantes promesas que realiza, como si tuviera vara mágica, para a la final no inmutarse del incumplimiento, debido a que prevalece la práctica del embuste. En esos ámbitos, el arte de la simulación ha llegado a niveles de alarma.

Se vuelve pertinente, acá y en todas partes, volver al concepto aristotélico del ser político entendido como cívico, de beneficio para la colectividad, lo cual se logra únicamente cuando se aplica el mecanismo que el pensador griego recomendó en “Ética a Nicómaco”, su hijo, siglos antes de Cristo.

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