Nicolás Kingman

Eduardo Naranjo Cruz

Este personaje probablemente desconocido para todo el grupo de milenios, es el verdadero ejemplo de una vida de libertad de pensamiento y acción, nos dejó hace unos pocos meses con casi 100 años de existencia, permeando el sabor de la nostalgia al perder una amistad grande.

Conocí a Nicolás allá por los sesenta, en una cárcel a la que nos metió la dictadura militar y de allí para adelante nació mi admiración y aprecio para este colega periodista y escritor, distinguido toda su vida por ser un hombre íntegro, luchador incansable y libre como el viento.

La vida le dio de todo alegrías y tristezas, como a todos, pero él siempre adelante con su calmada sonrisa animando a todos a seguir en el combate por los derechos y la vida al igual que su hermano Eduardo, siempre a favor de los más débiles, el uno con sus letras el otro con sus obras pictóricas.

Eran gente de Loja descendientes de ancestro británico que dio vuelta por Estados Unidos y finalmente llegó a nuestras orillas. Como su apellido indica en algún momento sus ancestros debieron ser caballeros al servicio del Rey, lo que se transmitió inapelablemente en la sangre de esa estirpe, llevando siempre el rastro de la lealtad, virtud casi desaparecida hoy en día.

Este hombre de alegría infinita y amor a la vida compartió su existencia con sus amigos entre charlas políticas matizadas por su fino humor, humo y copetines de ron, era como todo racional amante de la bohemia intelectual. Nos volvimos a encontrar en este libre y combativo diario donde de rato en rato tuve la oportunidad de volver a charlar con él. Valió la pena compartir con un verdadero amigo.

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