Lección de cinismo

Uno de los peores conceptos de la cultura moderna es el cinismo y su aceptación como forma de vida. Meter en un mismo saco de corruptos al correísmo es un exabrupto, pero un análisis riguroso y ponderado exige rescatar valores democráticos auténticos y reales vigentes fuera de aquel populismo y autoritarismo incompetente.

El asalto a los recursos públicos de la última década obliga a una campaña amplia, dinámica cívica y ciudadana con respaldo de las comunidades, funcionarios públicos, gremios organizados, movimientos sociales y demócratas hasta detener la impunidad y cinismo instaurado.

La indignación no puede esperar un próximo proceso electoral. Los involucrados en hechos de corrupción se declaran “perseguidos” o se escudan en la “judicialización de la política” tienen que visualizarse ante la opinión pública en su correcta dimensión.

¿Quiénes son? ¿Cómo se ocultan los patrimonios y los parentescos? ¿Cuál es el historial de sus cuentas bancarias y viajes? ¿Por qué la televisión pública no los muestra? ¿Por qué la autocensura desvía la mirada a lo evidente? ¿Quién desapareció el informe del caso Gabela, cometió peculado y fraude procesal en el secuestro de Balda y donó sus bienes para no enfrentar a la justicia?

La voracidad de la clase política reniega al perder sus privilegios y canales de enriquecimiento ilícitos. La indiferencia ciudadana persiste. Sin duda, es un fracaso no repatriar y poner en la cárcel a Correa, a sus subalternos y ministros involucrados en su red de corrupción, secuestro y acoso de personas. La burla a la justicia convertida en cinismo oficial, pero además la pérdida de confianza institucional.

Las maniobras de la gran corrupción del erario están impunes y con altas utilidades del pillaje, mientras la propuesta anticorrupción requiere sobrepasar la Asamblea y los rezagos institucionales. El populismo punitivo y las condenas perpetuas son resultado del cinismo. Timothy Snyder, en su libro ‘Sobre la tiranía: la historia no se repite, pero alecciona’ dice que frente a la tragedia del autoritarismo hay que volver a creer y a defender las débiles instituciones democráticas.

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