CIDH, educación y desempleo

Julio fue declarado mes sin plásticos, ello motivó a empresas y ciudadanos a retomar la educación de nuestros abuelos y padres: usar fundas de tela o canastos para hacer compras. La educación medioambiental genera iniciativas. La ciudadanía sensible, los emprendimientos sostenibles y la empresa responsable educan con el ejemplo. Galápagos limita el uso de sorbetes. En el libro ‘Contra el fanatismo’, de Amos Oz, multifacético escritor, catedrático y líder pacifista galardonado con premios internacionales, se leen sencillas verdades.

La conformidad, la uniformidad y “la idealización de líderes” son formas de fanatismo. Oz sostiene que defender una idea con vehemencia no necesariamente significa ser fanático, más bien fanático es el que quiere anular al que piensa diferente a él. Discrepar y consensuar con respeto es el arte democrático que nos educa. Se aprobó la derogatoria de la figura del linchamiento mediático.

Se deben mantener las leyes pero no cuando han sido hechas para que unos jugadores sí puedan faulear a otros o impedir que los capaces brillen en la cancha. ¿Acaso hubo millonarias maquinarias para que los linchados por el discurso del poder pudiesen defender su verdad? Colocar a la comunicación como un derecho humano, como lo sostuvo en la Asamblea el relator de la CIDH, Édison Lanza, es educarnos democráticamente en la noción binaria inseparable de libertad y responsabilidad.

En el noticiero Sucesos, Augusto Barrera señaló al periodista Juan Carlos Calderón que la educación universitaria se sintió perseguida en el anterior régimen. ¿Están las nuevas propuestas de educación revisando realmente los candados que se pusieron contra los académicos críticos y capaces? ¿No fue también la educación un botín contra las libertades de pensamiento y opinión? El desempleo es la urgente barrera antiética que hay que desmontar, sobre todo cuando se aliviaron deudas al sector productivo y se permitió en los últimos años que gente calificada se quedase sin empleo y este fuera, en gran medida, privilegio de apalancados y advenedizos.

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