Alejandro Fabara Torres
208 años han pasado del primer grito de independencia en América. El inicio de la independencia de lo que hoy es nuestro país se considera un hito para la historia de la libertad en Latinoamérica. Las celebraciones son un homenaje a la valentía y coraje de quienes fundaron esta nación. Los valores de igualdad y libertad que fortalecen nuestros países ya no son los mismos que hace dos siglos.
El yugo español, el saqueo de nuestras riquezas y el irrespeto a quienes consideraban diferentes ya no son las cadenas que debemos romper. Ahora nos aquejan otros males. La corrupción, la pobreza y el subdesarrollo son las nuevas cadenas que detienen a nuestra región.
El 17 de marzo de 2014 la policía de Brasilia inició una investigación rutinaria de blanqueo de dinero sobre una casa de cambio contigua a una estación de lavado de carros (Lava Jato). Esta investigación se convirtió en un gran sismo para la corrupción en América Latina. El epicentro pasó de la petrolera estatal brasileña Petrobras a la multinacional de la construcción Odebrech.
El fiscal ecuatoriano aseguró ayer que tiene pruebas más graves que los videos y audios que ya han sido filtrados. Habló de transferencias bancarias, las que serían pruebas más contundentes que las delaciones, ya que están son indicios sobre los cuales se investiga, ya que no se pueden considerar como pruebas.
Todo este escándalo confirma que la corrupción es un mal endémico de la región. Ese mal que ni el presidente Correa pudo desterrar, y aún más grave, combatir. La estela de su gestión es opacada por todas las acusaciones que recaen en el vicepresidente Glas.
No quiero vivir en un país donde el acusado de corrupción se defiende quejándose de que ha sido privado del avión presidencial, en vez de dar la cara ante la justicia.
La nueva independencia del Ecuador debe ser liberarse de las cadenas de la corrupción que nos detiene en el subdesarrollo y, sobre todo, librarnos de los políticos que quieren mentirnos en la cara, presumiendo de lealtad y principios.