Winnie the Pooh, el gran peligro

Debe ser increíble tener poder, no hay quien lo niegue. Pero resulta tan peligroso que en ocasiones puede producir espasmos a cualquier ser razonable. Porque nos puede llevar al límite de desconocer el ridículo y la vergüenza. Esta semana, el todopoderoso presidente chino Xi Jinping ha comenzado una batalla descarnada en contra de su último enemigo, Winnie the Pooh.

SOlo 34 películas extranjeras pueden ser vistas en China al año. En teoría, porque en la práctica la piratería es el pan de cada día, como resultado aumenta la delincuencia y la hipocresía. Muchas estrellas del cine han sido censuradas. Harrison Ford por ejemplo, es persona no grata por su cercanía con el Dalai Lama. Se bloquean miles de sitios web a diario, y la prensa vive bajo la bota de los que mandan. Irrespirable.

Al parecer, la oposición pisoteada y sin esperanzas no ha encontrado mejor forma para expresarse que usando esa trinchera fina, pero efectiva que puede llegar a ser el humor. Las redes sociales han explotado con memes del presidente comparándolo con Winnie the Pooh y los personajes de la serie televisiva uno por uno han tomado cuerpo en el gabinete presidencial. La censura ha sido tajante, y desde luego sin ninguna motivación. La nueva película del oso amarillo no podrá presentarse en China por puro capricho. Y Xi Jinping creerá absurdamente que ha ganado la batalla, cuando lo cierto es que demostró a todas luces su ridícula debilidad. Tiranos, reyezuelos, aprendices de dictadores y mesías son casi siempre gente cobarde, porque no son capaces de enfrentar sus propios errores y plantearse con seriedad las críticas que en una verdadera democracia deben existir. Por eso, la democracia sigue siendo el mejor sistema, porque ser parte de ella implica tener valentía y honradez para criticar y ser criticado, y en el camino construirse y construirnos.