La misión de educar

Daniel Jerez

En el tiempo han surgido visiones, paradigmas y caminos que han dirigido a la educación, muchas veces respondiendo a un sistema de mercado o una dinámica de obediencia y sumisión, también han aparecido pensadores como: Marco Aurelio quien dice “Los hombres han nacido los unos para los otros; edúcales o padécelos” o Montaigne que afirma que “El niño no es una botella que hay que llenar, sino un fuego que es preciso encender”, en fin, podemos citar a muchos con premisas importantes para discutir cuál es la verdadera misión de educar. Para otros educadores nace desde perspectivas válidas como la vocación de servir, ya que consideramos a la educación como una profesión humanizadora.

Nuestra realidad es que en medio de condiciones económicas y sociales adversas, la educación surge como una herramienta para mejorar, no solo con el compromiso del Estado, pues en la práctica desde la primera infancia se responsabiliza la educación de los niños a las escuelas, endosando la formación de valores, principios y conceptos de vida, sin asumir la relación e intervención de los padres como primeros educadores, quienes luego son los primeros en quejarse de lo mal que están encaminados sus hijos y como acertadamente lo dice Fernando Savater en una de sus obras acerca de educación “las escuelas sirven para formar gente sensata, no santos”, por tanto los padres juegan un papel importante dentro de la misión de educar como los primeros referentes y maestros de vida.

Al hablar de una sociedad violenta, racista, con abuso de drogas, etc., podemos llegar siempre a la misma conclusión, son cosas que se deberían afrontar desde la escuela, sin embargo, los planes de enseñanza se centran en reforzar los conocimientos científicos o técnicos con una visión práctica, es decir con un enfoque laboral, dejando de lado el relacionamiento saludable, las habilidades sociales, el crear una conciencia social. Entonces, si coincidimos que la misión de educar está en una de las soluciones para la transformación social y que apunte a una mejor calidad de vida, con buenos ciudadanos y por tanto un mejor país, todo debería confluir y girar en torno a la misma: las políticas de Estado, el apoyo desde el sector privado y acciones cotidianas que involucren a la familia.