La educación de la mujer

Carlos Freile

En este mismo medio hace algunos días un connotado intelectual afirmaba, palabra más, palabra menos, que hasta el siglo pasado a las mujeres no se les permitía leer ni escribir para que se dedicaran a las labores domésticas. Sin embargo si se revisa la Historia de la Educación en el Ecuador, para no referirnos a España, con sus “mujeres latinas” y con María de Zayas, cuyas obras también se leyeron en nuestro país hasta inicios del siglo XIX, nos encontramos con aportes a los estudios femeninos.

Los primeros, conocidos, son Eugenio Espejo, quien publicó, si no lo escribió él mismo, la “Carta de Erophilia” en las Primicias de la Cultura de Quito (atribuida sin fundamento alguno a su hermana Manuela), y el obispo José Pérez Calama, quien invitó expresamente a las quiteñas a que participaran de las Academias por él fundadas para el libre estudio de materias humanísticas.

Al inicio de la República se abrieron escuelas para niñas, tanto privadas como municipales, no solo en las capitales de provincia sino en otros pueblos.

Bajo el gobierno de Vicente Rocafuerte se abrió en Quito el Colegio de Nuestra Señora de la Caridad, dedicado a formar a las chicas; es cierto que no alcanzaban el grado de bachiller, porque no pasaban a la Universidad, pero leer, leían. Pocos años más tarde Gabriel García Moreno estableció en diferentes ciudades del país una serie de colegios para la formación de las mujeres, bajo la dirección de varias comunidades religiosas. Es más, en algunas de estas instituciones se abrieron cursos especiales de Pedagogía y otras materias para formar “normalistas”, sobre todo indígenas, para que ellas regresaran a sus comunidades de origen a educar a los niños y niñas. Para 1892 había 24 colegios femeninos con 6.241 educandas (frente a 21 masculinos, con 2.684 alumnos). Un caso interesante: en nuestro Oriente, en esa misma época, en Loreto, Tena, Archidona, estudiaban en las escuelas católicas más de 300 niñas indígenas. La educación primaria era gratuita.

Estos datos se basan en fuentes fidedignas, para que no nos vengan con cuentos.

[email protected]