La Madame

LUIS COELLO KUON-YENG

Liliana del Carmen Campos Puello, colombiana conocida como ‘La Madame’, lideraba la mayor red de prostitución de mujeres, según la Fiscalía de Colombia, en la ciudad de Cartagena. Sin embargo, lo más indignante era que dentro del grupo de mujeres estaban menores de edad. Este atroz acto de proxenetismo era dirigido por esta mujer que conseguía clientes, en su mayoría extranjeros, a sus subordinadas cobrando enormes cantidades de dinero en dólares americanos y les daba a las mujeres por su trabajo sexual sus respectivas remuneraciones en pesos colombianos. Desde luego una suma mucho menor de lo que ella originalmente percibía.

Una de sus maneras de publicitar a ‘sus muchachas’ como ella las llamaba, era a través de fotos impresas en especies de catálogos, con la finalidad de que sus ‘clientes’ eligieran con cual querían estar. Hacía lujuriosas fiestas en playas y mares del Caribe colombiano en yates y lujosos sitios de hospedaje, en donde pululaban la concupiscencia de quienes pagaban para recibir servicios sexuales y de quienes ofertaban sus cuerpos y demás. El uso de sustancias ilícitas, alcohol, no estaba exento de las fiestas. En muchos países la prostitución no está penada, pero el negocio de ofrecer a otras personas para lucrarse de estas, sí lo es.

Ahora, considerando que la ‘Madame’ no solo utilizaba para estos fines chicas adultas, sino también mujeres menores de edad, algo parecido a lo que controlaba esta proxeneta, lo hacían también unas personas al prostituir y luego cobrar por sus actos sexuales a una niña de 12 años. La llevaban en horas de la madrugada al mercado Caraguay, en el sur de Guayaquil, para que los hombres, quienes pagaban la cantidad de diez dólares por tener sexo con esta niña en los baños del mercado de mariscos porteño. Según datos de la prensa, ellas luego del pago por los favores sexuales, le daban a la menor de edad dos dólares.

¿En qué mundo vivimos? Prostituir a menores de edad para servirse económicamente, es por decir lo menos, abominable. La justicia colombiana juzgará y dictará la pena correspondiente, pero en el caso de nuestro país las leyes deberían ser implacables. Conseguir dinero a costa de una niña inocente no tiene nombre. Estas acciones de perversión no deben quedar impunes. La mente de estas personas corruptas y corruptoras, de seguro es una cloaca de miasma, malhadadas acciones y carentes de moral, lo cual denota la ausencia del Todopoderoso en ellos.

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