Alcalde para Quito

César Ulloa Tapia

¿Cuál es el proyecto de ciudad que queremos para ahora y para mañana, para nuestros abuelos, padres e hijos? Esta pregunta requiere una respuesta urgente de quienes aspiran a ocupar las sillas del burgomaestre y de los ediles. Pero, además, la respuesta debe integrar no solo las legítimas aspiraciones de una ciudad “ideal”, sino también las demandas de la población frente a los problemas cotidianos, así como a los que históricamente no han sido resueltos: tránsito, inseguridad, mala calidad de los servicios, mal estado de las calles, escasa apropiación del espacio púbico, discriminación, racismo, xenofobia e identidad fracturada.

A puertas de un nuevo proceso electoral, las organizaciones políticas tienen la obligación de presentar sus propuestas a la ciudadanía en una lógica de interacción permanente, en el sentido de revalidar sus planes, programas y proyectos en amplias asambleas, espacios públicos, a través del uso de medios convencionales, digitales y alternativos. La propuesta debe estar por delante de la personalización de la política. En el caso de Quito, las dos últimas administraciones han generado insatisfacción y desafección por la cosa pública.

Uno de los retos que se evidencia para cualquier organización política es el posible escenario de fragmentación de las preferencias electorales, debido a la cantidad de candidatos que entrarán en la contienda, cada uno con su lista de concejales. Al igual que en esta administración, el futuro alcalde tendrá que poner a prueba su capacidad de mediación y negociación con las distintas tiendas políticas para sacar adelante un proyecto de ciudad con los retos de un mundo más complejo e interconectado por las tecnologías y los medios de transporte, así como para enfrentar el cambio climático y el crimen transnacional organizado.

La conformación del Cabildo debe sobrepasar la mirada parroquial de la ciudad y pensar en cómo insertar a Quito en una dinámica cosmopolita de las artes, la cultura, el turismo, la educación, el deporte, la buena administración de la cosa pública.

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