Democracias secuestradas

Franklin Barriga López

La palabra democracia es utilizada por grupos de ideología y accionar diferentes; cada uno se atribuye pertenencia, desde los que genuinamente actúan en sus ámbitos hasta los totalitarios.

El pueblo es la muletilla que utilizan y, en su nombre, encubiertas en falacias de todo tipo se perpetran atrocidades, como las cometidas por el estalinismo y el fascismo. El absolutismo que doblega a Venezuela y Nicaragua tiene el ropaje democrático, siendo la realidad completamente diferente, lo que ha ocasionado la diáspora de centenares de miles de habitantes (crisis humanitarias).

La patria de Rubén Darío, al igual que la de Simón Bolívar, están oprimidas por regímenes que recuerdan a varios africanos, por ser mezcla de ramplón populismo, enmascarado despotismo y corrupción rampante.

En artículo anterior, me referí a Venezuela y su clamorosa situación; hoy, igualmente, deseo repudiar lo que viene aconteciendo en Nicaragua: mientras prosiguen las desapariciones forzadas, las ejecuciones a mansalva, las prisiones arbitrarias, más de cuatrocientos muertos y dos mil heridos es el saldo de la violenta represión orquestada, en los últimos meses, por Daniel Ortega y secuaces.

Se acaba de expulsar de ese país a la misión del Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, debido a su informe que delata las crueldades en mención. En la Universidad Nacional Autónoma (UNAN), que fue bastión de la resistencia contra la tiranía, las represalias gubernamentales son cuantiosas: cuarenta académicos y trabajadores administrativos, así como más de ochenta estudiantes han sido olímpicamente separados e impedidos de retornar a esos dos veces centenarios claustros.

Las garras de la autocracia, que secuestran a las democracias auténticas, no son eternas.

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