Tambaleo

CARLOS TRUJILLO SIERRA

Parece que muchos de mis caseras y caseros se quedaron sin enterarse de mis ‘Vejeces’ de la semana pasada. Bueno, no es una catástrofe, es un pinchazo, una nada. Sigo tratando de sobrevivir bajo este diluvio informático. Leo y encuentro cosas importantes ocultas o desaparecidas, entre miles de noticias falsas o fenómenos tan espectaculares, como el perrito que surfea o el último video viralizado. Por eso mismo creo que sí debemos prestar atención para enterarnos por todo lo que nos ahoga en oropeles y luces de neón.

Ahí está otra vez la educación: falta de profesores aquí y no solo aquí. En Cuba que en los años 60 a 90 era un faro mundial, hoy en noticias procedentes de la misma isla nos dicen que faltan diez mil maestros y los que están en funciones abandonan los cargos por los sueldos de hambre y se van al turismo para poder llenar sus estómagos. En Nicaragua, con esa farsa del socialismo del siglo XXI y con el carnicero de Daniel Ortega en el poder, hasta estudiantes universitarios (deberían ser un ejemplo para los nuestros que llegan a defender la corrupción enterarse de los hechos en Guayaquil) son expulsados de las aulas y sus estudios troncados por no gritar “viva Ortega”.

En un domingo tranquilo, disfruto leyendo -realmente gozo- una de las últimas notas del maestro Simón Espinoza y para redondear su elucubración sobre la tolerancia termina magistralmente diciendo: cita textual: “PS. No me acuerdo de haber escrito esta columna”. El título era ‘Matar un ruiseñor’. Ese fue hace décadas el título de una novela vendida y leída con fervor. En nuestros días y en nuestra sufrida existencia tenemos que contentarnos con nombres como Maduro, Trump, Ortega y otros, cuyo listado en medio de todo el espanto nos haría dormir. Pero antes de dormirnos yo quiero gritarles diciendo que en la vida no hay valores absolutos. En la religión Dios es absoluto, en el día a día la tolerancia no es absoluta.

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