Rápidos y furiosos

Eduardo Naranjo Cruz

Parece que la influencia de la ficción cinematográfica creó motivación en numerosos conductores de vehículos, que según su nivel mental interpretan las posibilidades de salir ilesos de las maniobras a gran velocidad, sumado a que su ignorancia no les permite entender que las variables de un mismo vehículo, con diferentes cargas, condiciones de vía y poco mantenimiento, son riesgos fatales para los pasajeros.

Nuestro territorio, mosaico de pueblos que buscan identidades perdidas, muestra un comportamiento ambiguo ante la ley, no creen que merece ser respetada quizá porque se aplica selectivamente y hace que las responsabilidades civiles no tengan mayor sentido. Los ciudadanos que se dan el trabajo de pensar buscarán respuesta a lo inaudito, ya que en los últimos meses hay un elevado número de fallecidos, por accidentes de transporte colectivo, casi uno por semana. La responsabilidad está en los gerentes del transporte masivo que ponen al volante pilotos sin valoración sicológica, poca pericia y sentido de responsabilidad.

Los agentes del área no tienen capacidad para detener y multar un bus de pasajeros que corre a 90 kilómetros en avenidas o carreteras parroquiales, porque los gremios de transportistas siempre son un poder determinante, no hay gobierno que pueda poner orden, ellos imponen.

No es la velocidad causa de los accidentes sino la estupidez de los conductores, que en su ignorancia creen que pueden dominar un trasporte lleno de pasajeros, en carreteras poco seguras, con vehículos sin el mantenimiento apropiado, pero como se trata de un negocio altamente rentable, no importa lo que pueda ocurrir hay que hacer dinero y punto. Los empresarios del transporte pesado y de pasajeros son muy ricos y por tanto influyentes en política y otras cosas.

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