Suicidio

Seguramente es un tema que ha sido, es y sigue siendo parte de la discusión y asombro en el ámbito social y más, cuando casi a diario, a través, de los medios de comunicación se conocen más personas que toman esta falta decisión para encontrar en la muerte algo que no pudieron encontrar durante su vida. Resulta doloroso escribir sobre esto e intentar en estas cortas líneas profundizar sobre el tema.

Podemos empezar revisando algunos datos que nos sintonizan en una realidad que sucede en nuestro entorno, es decir, está pasando con nuestros vecinos, amigos o familia. La OMS calcula que por cada muerte atribuible al suicidio se producen entre 10 y 20 intentos fallidos, en el Ecuador en los tres últimos años, 2.078 hombres se quitaron la vida, a diferencia de 547 mujeres se suicidaron según la Dirección Nacional de Muertes Violentas y Desapariciones, hasta agosto de este año Tungurahua registra 43 muertes por suicidio con un alto índice en adolescentes y jóvenes.

Surgen muchos cuestionamientos, que probablemente pasen por las respuestas de lo que origina este fenómeno del suicidio: ¿El mundo que heredan los adolescentes y jóvenes produce tanto desánimo, desinterés y despecho con un marcado apego a la tecnología?, ¿qué quieren nuestros jóvenes?, ¿los estamos escuchando?, ¿qué es más importante ahora dentro del convivir familiar? Evidentemente de esto pueden partir una serie de análisis que por ahora solo sirven para eso, buscar alguna solución que vaya más alla de querer poner en lo posible un psicólogo por adolescente, determinar rutas, campañas comunicacionales y otros esfuerzos que quizas solo se queden en eso.

Es una mirada más amplia que parte de lo primario de cada individuo, es decir el contexto familiar, las condiciones de vida de los suyos, espacios para poder expresarse, una sociedad violenta dentro y fuera de casa, donde la depresión silenciosa es un denominador común. Buscar alternativas más profundas que vayan desde el trato con el otro, el amor y la formación en la familia, la priorización del tiempo para lo que importa, erradicar la tradicional violencia y el vivir más despacio en una sociedad que corre y va llevando muertes a su paso.