Elisenda, verdadera Prometeo

Pablo Escandòn Montenegro

La conocí virtualmente. Mi primer contacto fue con su clase virtual de etnografía digital. Me llamó la atención la forma cómo asumía la investigación de campo, de antropóloga, en espacios digitales y cómo buscaba a la comunidad. No a laS redes, sino a la comunidad.

La Universidad San Francisco de Quito organizó el encuentro ‘Mixtura’ y Elisenda Ardévol fue una de las conferenciantes. Días antes expuso sobre el “selfie” en la Flacso, desde una perspectiva diferente que dejó a muchos sin fundamento para denostar a quienes se los hacen o sin argumentos para seguir en la práctica moralista-académica de rechazarlos.

En la Universidad San Francisco abordó el tema del “prosumidor” y lo dejó por los suelos en términos de cultura digital. Propuso un mejor término: audiencias creativas, propias de la cultura digital, de ser comunidades y no métricas que responden a la cultura de masas.

En su periplo por Quito hizo contacto con todos los actores de la creación hipermedia, del documental, del cine etnográfico y de la cultura digital sin miramientos particulares, prejuicios ni cálculos políticos.

No se vio a la académica que traía el fuego para poder cambiar e iluminar nuestro mundo, gracias a ella. Se vio a una mujer ávida de mirar, de comprender y conocer más sobre lo que somos.

Me dejó un libro de trabajo etnográfico sobre los gitanos en Barcelona, donde se pueden encontrar puntos de reconocimiento mutuos: las familias y los entornos al conversar sobre el bautismo de nuestros hijos y la práctica o no de una religión, pero de la importancia del rito para nuestro espíritu. Conversar con una maestra como ella, es de los mejores momentos para reconocer que el verdadero investigador: no sentencia, describe, analiza y evalúa para comprender y explicar el entorno próximo.

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