Proteger la descendencia

Rodrigo Contero Peñafiel

Todas las personas descendemos de otra por parentesco, relación de sangre o por virtud de la ley. Muchos nos sentimos orgullosos de la familia que nos antecedió y la que tenemos, por lo tanto, intentamos transmitir ese orgullo a nuestros hijos, nietos, bisnietos y más descendientes.

En las ciencias humanas y sociales la descendencia es el resultado de la reproducción, producto de las relaciones humanas, el amor y los sentimientos; en consecuencia, hablamos de familias constituidas libre y voluntariamente por las buenas costumbres.

Ser descendiente de una familia digna y honesta es una cualidad de quienes están capacitados para vivir haciendo el bien en el ejercicio de su libertad individual, para mejorar su vida personal y de los suyos con la autonomía que permite gobernarse a sí mismo con rectitud y honradez.

Ser descendiente de personas con un pasado oprobioso que pudo haber afectado a un sinnúmero de personas ocasiona escalofríos y vergüenza en su descendencia. El robo, la mentira, el odio, el desprecio, la persecución y cuantos actos de corrupción con el que mancharon su pasado pueden haber afectado la vida de todo un país y destruido a muchas familias.

Razón suficiente para que, más temprano que tarde, deban cargar con un pasado nefasto. Solo llevar ese apellido puede convertirse en un estigma que provoque rechazo, revancha o furia en quienes fueron ultrajados, maltratados y ofendidos. ¿Qué ocurre con quienes llevan su sangre en las venas?, ¿cómo viven esas desafortunadas personas al saber que su árbol genealógico los conecta directamente con personajes repudiados por la población?

Pues no muy bien que digamos, algunos son corresponsables directos o indirectos del actual estado de cosas que vive el país; otros nada tendrán que ver ni serán responsables de un pasado vergonzoso, pero las consecuencias de una época de corrupción les ha marcado para toda la vida.

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