Kléber Mantilla Cisneros
La extradición de Rafael Correa por planificar un secuestro en Colombia es una pérdida de brújula del sistema de justicia y de un escándalo que puede resultar paradójico, casi como la desfachatez de declararse prófugo de la justicia o que alguna asambleísta visite a una testigo protegida con cinismo en una cárcel para causar interferencia en las pruebas y evidencias procesales de la justicia.
Un dictador cualquiera, en sí, tendría que ser procesado con documentos, fotos, videos, pruebas irrefutables, pero además por delitos reales en cortes internacionales cuando el caso está infectado por operadores ineficientes y jueces con torpeza lírica, pues no captan toda una década de violación sistémica a los Derechos Humanos y delitos de lesa humanidad impugnables como el 30 de septiembre de 2010.
El sadismo del correato, sucio como agua de charco, utilizó la fuerza pública e institucional para agredir, denigrar y estableció una maquinaria de represión, tortura, asesinatos no declarados, encarcelamiento persecutorio, asociación mafiosa corrupta e incluso un etnocidio en el pueblo de Dayuma de la Amazonía.
¿No hay pruebas? ¿Entonces quién declaró Estado de Emergencia en noviembre de 2007 el cantón Orellana, militarizó para extraer hidrocarburos sin consensos y ordenó agredir brutalmente a la población? ¿Por qué aún no se investiga el asesinato del líder comunitario Freddy Taish? ¿Quién mismo autorizó las ejecuciones de Jorge Gabela y Fausto Valdivieso?
¿Quién ordenó la tortura a los 56 estudiantes del Colegio Mejía, del Central Técnico, a los 10 de Luluncoto y degradó a los presos de la cárcel de Turi, en Cuenca, y ordenó los ataques a los pueblos Saraguro? Sin embargo, la esperanza de justicia ciudadana está en el caso Balda que lleva meses sin resultados.
Por otro, viene una evaluación del actual Consejo de la Judicatura que indica: en 2011 cuando se declaró en emergencia de la Función Judicial se aprovechó para realizar contratos, sobreprecios y proyectos truncos e infraestructura inútil no auditada. ¡Hacer justicia es iniciar de cero!
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