Los hipócritas de siempre

Carlos Freile

En los Estados Unidos se debate en estos momentos la idoneidad del juez Brett Kavanaugh para ingresar a la Corte Suprema de Justicia. La señora Hillary Clinton se ha sumado, como era de esperarse, a la oposición; en los últimos días ha engrosado la campaña contra él porque ha sido acusado de intento de violación, o algo similar, no queda claro, cuando era jovencito.

La hipocresía de la señora Clinton se percibe desde kilómetros de distancia: cuando ejercía la abogacía, en 1975, defendió a un delincuente adulto (41 años) que violó a una niña de doce años; es más, atacó de manera calumniosa a la víctima, afirmó que era “emocionalmente inestable con una tendencia a buscar hombres mayores y a participar en fantasías”, se rió de ella y logró, a sabiendas de la culpabilidad del agresor, que la condena fuera de menos de un año de cárcel “por caricias ilegales a una menor”. Estas “caricias ilegales” llevaron a la niña a un hospital en estado de coma, provocaron heridas que necesitaron suturas y la dejaron incapacitada para tener hijos.

Junto a esta doble cara, se halla algo todavía más sórdido, si fuera posible. La oposición de la señora Clinton a la nominación de Kavanaugh también tendría que ver con los 20 millones de dólares que una empresa abortista habría entregado a la mencionada en su campaña electoral última; pues el candidato es un conocido defensor de la vida desde la concepción.

Aquí está el busilis, como se decía en tiempos del andavete: el problema no es la mala conducta reprochable de un jovencito sino lo que se teme pueda lograr si ocupa un sillón en la Corte Suprema. Como afirmaba un modesto ciudadano: si salieran a la luz todos los casos de acciones condenables cometidos por jovencitos borrachos, casi ningún político de los Estados Unidos podría mantenerse en el cargo.

No se trata de defender a los irresponsables, sino de llamar la atención a los puros y limpios: condenen a todos los borrachines de colegios y universidades, a todos, e impídanles ocupar cargos de responsabilidad. (No he hablado de Mónica Lewinsky).

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