Qué fatal condición…

Alfonso Espín Mosquera

Alvarado se sacó el grillete electrónico, más bien le abrieron, porque según se sabe por versiones periodísticas, al dispositivo se lo encontró en perfecto estado, luego lo liberaron con la llave original. Lo que no se conoce es quién o quiénes. De todas formas es una burla al pueblo entero y donde se encuentre se estará riendo de nosotros.

Las picardías no cesan y es público que varios asambleístas fueron denunciados por solicitar dinero a sus empleados; esto es, yo te nombro asesor, te doy un “puesto”, pero vamos a medias. Es una especie de vida de mafiosos, de pillos.

Lo importante sería que quienes así han vivido se sometan al escarnio público y aun sean impedidos de volver a cargos del Estado, por cualquier vía.

Sí preocupa que en el país se sienta que la justicia es para los más “giles”, los que roban cosas chicas, en ocasiones por necesidad, cosa que no les justifica; pero, para aquellos que se festinan los fondos públicos, que hacen negociados a dedo, poniendo en riesgo los intereses nacionales en favor de los suyos, a esos no les pasó gran cosa o simplemente nada.

No es la cantidad con la que se han beneficiado los que se “lamen” parte del sueldo de sus empleados, en ocasiones a nombre del “partido”, cuanto la baja condición moral que pintan quienes así ejercen dignidades en las que hay que ser ejemplares.

Realmente vivimos días oscuros en los que los escándalos de los asambleístas, de altas autoridades en cuyas manos se encargó el patrimonio nacional, resultan cosa común. El peculado, la asociación ilícita, la concusión, el soborno y todos los delitos consagrados en las leyes son llevados a cabo sin mayor problema. Al parecer faltarían formas de delitos y sobrarían delincuentes, en un país en el que el costo de vida es alto, la desnutrición, la falta de vivienda, la falta de educación y la pobreza, también son el pan del día.

Y qué va a pasar con los jóvenes, tendrán que pensar que para ser políticos hay que ser pícaros, bribones, sátrapas, patanes, prepotentes. Qué fatal condición, como para que toda persona decente, por su buen nombre huya de la política.
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