Concursos relativos

Manuel Castro

El peligro o evidencia de los concursos de méritos y oposición para altos cargos públicos es que no se dé pie con bola. No deberíamos haber olvidado que tales concursos durante el gobierno anterior fueron amañados y dirigidos, pues los resultados se sabían de antemano y en consecuencia, el desempeño de los favorecidos fue de sumisión al presidente o al “proyecto”, con el agravante de que los favorecidos continúan en funciones, desde luego, con la maleabilidad necesaria para mantenerse en los mismos cargos, aunque sea no favoreciendo del todo a sus anteriores jefes. La corrupción judicial no se puede tapar. “Se puede ser más listo que otro; pero no se es más listo que todos los demás”, sentencia La Rochefoucald.

Los concursos como se los está llevando deberían ser para quienes inician una carrera o ingreso a la administración pública, pues el examen es el único referente para conocer la capacidad de los jóvenes. Para las altas funciones la hoja de vida debería ser el exclusivo antecedente para su designación. El título profesional -no los títulos- un requisito indispensable. Las maestrías y otros méritos de formación profesional servirán para su aplicación en la cátedra y magistratura, no para pesar en la selección. Las obras, si son leídas -ojalá- serán atributos de los autores y fuentes de consulta -ojalá- no “puntaje” para un concurso, pues como dice Borges: “Si algo vale de lo escrito, se verá doscientos años después”. En la hoja de vida está la persona tal cual es: su edad y experiencia, su reconocimiento y méritos, su servicio a la sociedad.

Desde luego, la impugnación es fundamental, pues la memoria es frágil, pues muchas veces se olvida el pasado no edificante de algunos personajes. Pero la memoria no debe ser maligna como para juzgar cruelmente a nuestros semejantes, todos lejos de la perfección. Lo más perverso es el anonimato (a pesar de que solo falta la firma de tales anónimos). Mark Twain recibió un anónimo que decía “Imbécil” y comentó: “Este anónimo viene firmado”. En un concurso de quien escribe más parecido a Bernard Shaw, intervino el mismo Shaw y salió tercero.

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