Renuncie, María Alejandra

Victor Cabezas

La carrera política de la vicepresidenta es una suma de oportunismos y enquistamientos en los aparatos de poder. Con Correa, María Alejandra era una alfombra, apadrinaba su discurso, convalidaba sus excesos, aplaudía sus abusos. Más tarde, con Lenín Moreno fue capaz de hacer tabula rasa de su propia boca. Y así, de la manera más inesperada, espiando de reojo a la Asamblea Nacional y haciéndole guiños a Dios y al diablo, una noche María Alejandra llegó a ser Vicepresidenta.

Ya en funciones, nuestra Vice demostró su desconocimiento de los principios que rigen la administración pública. Puede aparecer firmando convenios con universidades y a día siguiente haciendo proselitismo por el día de la lucha obrera. Recorre el país y los ecuatorianos, sus empleadores, quienes financiamos la aparente campaña en la que se encuentra desde que fue nombrada Vice, no sabemos qué función pública está cumpliendo (para variar tiene más de 150 empleados).

Pero su carrera sigue dando sorpresas, pues esta semana se denunció que María Alejandra habría cobrado comisiones a sus colaboradores mientras era asambleísta. Frente a esta acusación, a la Vice no se le ocurre mejor idea que, casi, declararse perseguida política y victimizarse porque oscuros intereses la estarían injuriando. ¿Sobre los pagos?

No niega que existieron, pero dice que eran contribuciones voluntarias a los movimientos políticos de los que es parte. ¿Por qué se habría depositado ese dinero en su cuenta personal?

Tampoco sabemos, porque en Ecuador los ciudadanos debemos soportar que una alta funcionaria, envalentonada de poder, ni siquiera acepte preguntas de la prensa y se limite a soltar una catarata de verborrea desarticulada cuya conclusión, entiendo, es que se aferrará al cargo y seguirá recorriendo el país sin rumbo y a costa del dinero de todos.

[email protected]